Paranaländer arremete contra dos libros: «Camafeos» y «Barón Biza. El inmoralista» de Christian Ferrer, sociólogo y ensayista argentino, nacido en Chile. En este artículo expresa su visceral desacuerdo con dicho autor.
“Su vida no es otra cosa que un muy mal escrito poema trunco”
Barón Biza
Christian Ferrer se declara anarquista en las solapas de sus libros, un anarquista catedrático, catedrático de la UBA, una universidad estatal, incoherencia total.
Un anarquista que despilfarra sus preciosas horas que deberían estar consagradas a anarquizar el planeta escribiendo sobre un millonario (Barón Biza, yrigoyenista rojo, o un millonario infame) o sobre Murena (acérrimo antiperonistamisticoide), dos malditos del canon argento. Acaso quiere robarles su kurundú de malditos, sus plumas de kavurei de la suerte maldita, él que solo es un catedrático bien acomodado de la UBA.
Si usara al menos la excusa de que en Barón Biza lo que valora es su escritura, pero no, no mete la mano al fuego por el destino de la escritura de Barín Biza, el irrecuperable.
En Murena lee solo al ensayista, no da ni una vuelta por “Folisofía”, él que en el libro sobre Barón Biza admiraba el retorno del cocoliche en no sé qué autor, no logra vislumbrar que con esa obra póstuma de Murena ha destruido el porteño, es un post-porteño o transporteño… En esa novela quedan andrajos apenas de un proto español y punto.
La desgracia de no ser maldito, la desgracia de tener una población de amistades intelectuales con quienes se siente agradecido por algún granito de arena que hayan aportado en uno de sus libros, esa es la verdad profunda de estos dos escritos.
Si extendemos la solapa de la tapa del libro “Barón Biza. El inmoralista” (Sudamericana, 2016), se descubre un gracioso panorama: Barón Biza tomando vino en vaso (o Cinzano quizás) de smoking abrazado por los dedos enjoyados de su yiyi malograda, la aviadora suiza Myriam Stefford, pero ella quedó mutilada por el diseñador de la tapa y al abrir la solapa se ve la cara de Christian Ferrer y su currículo. Hum, un lapsus artístico interesante, Ferrer sustituyendo (casi) a la dama del infame.
Me enteré de la existencia de Ferrer allá por el 2006, cuando cayó ante mis ojos un artículo de la revista “Artefacto. Pensamientos sobre la Técnica”. Quizás “La soriasis de Ezequiel Martínez Estrada” o algo así era el título. Cómo la singularidad de un escritor somatiza una dolencia política. La soriasis le duró a Martínez Estrada hasta que lo defenestraron a Perón. Su soriasis antiperonista me pareció muy original y me llevaba a buscar homólogos a nivel mundial: ¿la enfermedad pulmonar de Bernhard sería un síntoma del estado de bienestar austriaco?, ¿la impotencia sexual de Pavese respondía a las alharacas del milagro italiano?, ¿Que Anthony Burgess se haya enfermado de un cáncer cerebral y luego se curara cuando empezó a escribir, eran dos caras de su inmersión en el colonialismo inglés en su decadencia?
“Murena recibió palazos en las propias páginas de Sur: ‘Murena vive cerca del éter, habla desde arriba, arrebata toda esperanza, está fuera de la realidad, no hace nada para cambiar las cosas’. Eran sonsonetes” (“Camafeos. Sobre algunas figuras excéntricas, desconcertantes o inadaptadas”, Ediciones Godot, 2013).
“El padre, un ser escéptico y tormentoso, antes de quitarse la vida profetiza y advierte al hijo: ‘Tú has de ser como yo, descontentadizo, violento, insaciable. Mi consejo: ¡vence a la vida antes de que ella te venza! Sacrifica, antes de ser sacrificado’. Y con un salmo misógino y percutor, se despide: ‘La madre es santidad, la mujer es delito; la madre es espíritu, la mujer es materia; la madre es virtud, la mujer es pecado’”.
Hay que precisar aquí que la definición de Ferrer es al menos incompleta, la declaración del personaje de Barón Biza es misógina, sí, pero también es muy mamitis, madre dependiente, típico del tango.
Os dejo el link para leer la versión teatral de “El derecho de matar” de Barón Biza editada en 1936 por Argentores:
https://digital.iai.spk-berlin.de/viewer/!toc/798761989/1/LOG_0003/
