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sábado, noviembre 23, 2024

Teoría del contexto

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En el sobreentendido los significados no están por debajo de las palabras, se muestran en la palabra misma, que se abre hacia significados insospechados, porque la palabra se determina según donde se la inserte.

Por: Derian Passaglia

Cuando un tema es entendido por todos, está en boca de todos, porque pertenece a la coyuntura, no es necesario aclarar sobre qué se habla. Dicho así esto parece obvio. Por ejemplo, ayer, a la salida del trabajo, me tomé el colectivo hacia un barrio del sur para darme la vacuna en uno de los centros de vacunación del gobierno. Como no frecuento el barrio, miraba las calles con ojos nuevos. En una esquina, le saqué foto a un castillo que se elevaba en lo alto, por encima de los árboles, y que parecía una fortaleza, una torre de ajedrez. Caminé por una calle llena de talleres mecánicos y silencio. A la vuelta, acaricié a un gatito colorado que estaba muy concentrado mirando entre los hierros de una alcantarilla.

El contexto nos da un significado y una semántica. Aislados, los elementos del ejemplo podrían no decirnos nada, o hacernos pensar en cualquier otra cosa. La organización era impecable: muchos estatales en puntos estratégicos que te indicaban dónde sentarte y esperar, en qué lugar te tomaban los datos. La enfermera que me pinchó el brazo me anotó en el carnet de vacunación con el segundo nombre: “Matías”. Después, me hicieron esperar quince minutos en una sala inmensa. Me encontré a una colega, que también se había vacunado. Me contó que se le bajó la presión y que una persona, más allá, había vomitado.

Al llegar al departamento que alquilo hace ya cinco años, me sentía de lo más normal. Tenía sueño porque no había dormido la siesta y la clase de alemán la sufrí un poquito. Según la teoría del iceberg de Hemingway, un relato dice menos que lo que oculta. El significado profundo de una historia, para la literatura que usa esta técnica, está en lo no dicho. Las palabras muestran lo que pasa pero el verdadero significado no está en las palabras, sino por debajo de ellas. Esta técnica literaria muestra desprecio por la literatura, porque no son importantes las palabras sino lo que las palabras no dicen.

El sueño no me dejó leer mucho y me acosté pensando que al otro día tenía que despertarme temprano para ir al trabajo. No habría pasado más de media hora cuando empecé a sentir un frío que nacía en las piernas y se extendía por todo el cuerpo. Al poco tiempo, empecé a temblar. Sentía frío aunque estaba bien tapado. La vacuna, me dije, ya estaría haciendo su efecto. Casi que podía sentir mi cuerpo independiente de la conciencia, duro bajo las sábanas trabajando como una máquina perfecta.

Antes que una teoría de lo no dicho, entre el delirio y la oscuridad de la noche, pensé en una teoría del contexto para la literatura, donde lo que importe no sería tanto aquello que no se dice, sino más bien el sobreentendido. En el sobreentendido los significados no están por debajo de las palabras, se muestran en la palabra misma, que se abre hacia significados insospechados, porque la palabra se determina según donde se la inserte.  Lo pienso como cuando alguien tira una piedra en el agua, y las ondas se abren como anillos, se expanden hasta desaparecer en la fuerza de la corriente.

Hoy amanecí cansado, con el cuerpo raro, como si fuera una cosa distinta de lo que soy. Le mandé un mensaje a la directora de la escuela donde trabajo y le expliqué la situación: no podía ir a trabajar en ese estado. Me traje la computadora a la cama, afuera el día estaba nublado, abrí una hoja en blanco y me puse a escribir.

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