Derian Passaglia escribe sobre The Running Man (1987): «una adaptación de la novela homónima de Stephen King. La película conserva la fuerza y la locura de King y agrega a Arnold Schwarzenegger.»
Por: Derian Passaglia
Gala dice que la película trata sobre un personaje que quiere escapar de su destino. Él no quiere estar en ese lugar, pero lo obligan a matar para sobrevivir. ¿No será que el pasado, el presente y el futuro -pensé, me llevó a pensar Gala- pertenecen a la imaginación y lo que hacemos no es más que recordar lo vivido, distinguiendo tres tiempos que en realidad son uno: el momento del recuerdo, y de ahí que mucha literatura viva pendiente de la anécdota, del trauma? Hay una escuela filosófica de Tlön que niega el tiempo y dice que el presente es indefinido, el futuro no tiene realidad más que como esperanza presente y el pasado no tiene realidad sino como recuerdo presente.
Es el año 2017 pero parece la década del ochenta en The Running Man (1987): predominan los tonos rojizos y anaranjados, el sol como una fuente de luz cálida, las explosiones por el aire iguales a copas de paraísos violentos, bailarinas danzantes en un estudio de televisión, los pelos largos y al viento como Steven Taylor, luces de león, barriles con fuego donde unos linyeras con guantes calientan sus manos, oscuridad, siempre oscuridad, una larga noche. En la imaginación sobre el futuro de los hombres del pasado, en 2017 no hay celulares pero sí pantallas enormes, gigantes, hasta en los suburbios. En cada casa, en cada prostíbulo, en cada vestuario, están mirando a Arnold Schwarzenegger huir de su destino.
The Running Man es una adaptación de la novela homónima de Stephen King. La película conserva la fuerza y la locura de King y agrega a Arnold Schwarzenegger, que estaría bueno que aparezca alguna vez en una novela de King, aunque sea un cameo, en unas pocas páginas, si es que King ya no lo escribió. The Running Man fue conocida en Hispanoamérica como Carrera mortal y en España como Perseguido, éste último un país capaz de traducir a Después de hora como Jo, ¡qué noche!, a Eterno resplandor de una mente sin recuerdos como ¡Olvídate de mí!, a Rápidos y furiosos como A todo gas.
Me cuesta hablar del argumento de Carrera mortal sin que suene ridículo. Schwarzenegger es el participante de un programa de televisión, especie de reality cuando todavía no existían los realitys, que tiene que escapar de asesinos. Es un criminal convicto y cuando se escapa de la cárcel lo llaman para el programa. En fin, mientras más lo quiera explicar, más me voy a enredar, así que solo puedo hablar de Carrera mortal de forma inconexa y a través de imágenes.
Un negro sale propulsado al cielo con una mochila que tira gas, un rubio grandote con una motosierra, jadeando excitado, con una musculosa que le queda chica y calzas de colores chillones, como es chillón el traje de la criatura, envuelto en luces artificiales como de navidad, que quiere violar a Laura Novoa. En realidad, no es Laura Novoa, pero se le parece, habla castellano, es protagonista y le gusta Arnold. Arnold tiene dos amigos: un negro y un nerd. El nerd parece Mark Zuckerberg. El presentador de la tele es Ante Garmaz, un viejo canoso que solo busca rating y manipular la audiencia.
Viejas de revistas de peluquerías, un tubo por el que los participantes del programa viajan en un auto supersónico hasta un set de televisión donde se graba el programa, cámaras de vigilancia colgadas en los huecos de la mampostería, una motosierra, Arnold vestido con un traje de neoprene amarillo como un Acuamán cibernético, un gordo punk con un auto futurista, carcajada macabra y la cresta rosa, AK-47 en los brazos de los ex convictos, computadoras portátiles con sistemas operativos limitados a dos colores: negro y verde.
