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viernes, noviembre 22, 2024

Los hijos-de-pústula surrealistas

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Paranaländer rescata tres verdades y un manifiesto de toda la larga aventura susu’arrealista.

 

Por: Paranaländer.

 

“Y casi todo lo mejor, en arte, lo hacen o lo han hecho los hijos de puta”, Buñuel

 

Tres cosas se me han quedado de la aventura surrealista: matar al muerto, matar al maestro y matar al sí. Digamos, su vertiente primigenia, yñepuruete, la del reflejo dada suizo-alemán. El resto, lata parará, tembó reví.

No olvidar tampoco “valores” perdidos y perimidos hoy entre los mugitus labyrinti: esto poetas entronizaban como musas a las mismísimas putas, corrían, con ellas, el albur de la gonorrea, eran héroes de las venéreas. Por ej., Suzanne Muzard, prostituta, fue modelo fotográfico surrealista y amante de Breton (sus poemas de amor están dedicadas a ella).

Es bueno rememorar también infaltable cita sobre Paraguay entre los surrealistas (hay otros más). En la sesión de espiritismo del 2 de octubre de 1922, Breton et alia vislumbran Paraguay:

«—Qué ve?

—Un arbolito.

—¿Y dónde está ese arbolito?

—En una olla para mermelada.

—¿Y dónde está esa olla?

De nuevo se hizo el silencio. Breton insistió.

—¿Dónde está esa olla?

El tipo le confió quedamente:

—En Paraguay. No se lo diga a nadie.

—¿Y qué hace usted junto a ese arbolito?

—¡Estoy comiendo!

—¿Y qué come?

—¡Caca de colibrí!

—¿Y está buena la caca del colibrí?

—¡Está malísima!»

 

Su poesía nos deja fríos casi siempre quizá por aquello de William Carlos Williams, que decía que la dificultad del surrealismo es que inventa sin descubrir. Pero no llegó hasta los extremos de Sartre, quien hizo una crítica demoledora de Breton y sus amigos, acusándoles de ser una aristocracia parasitaria, que derrochaba sin tregua los bienes de una sociedad laboriosa y productiva.

La segunda reunión o espectáculo-provocación se realiza el 5 de febrero de 1920 el Salón de los Independientes. El programa incluía treinta y ocho conferencistas para la lectura de los manifiestos. El de Picabia fue leído por diez personas a la vez y el de Ribemont-Desaignes por nueve, etc. Mi manifiesto preferido, de entre todos ellos, el leído por Aragon:

“Nada de pintores, nada de literatos, nada de músicos, nada de escultores, nada de religiones, nada de republicanos, nada de realistas, nada de imperialistas, nada de anarquistas, nada de socialistas, nada de bolcheviques, nada de políticos, nada de proletarios, nada de demócratas, nada de burgueses, nada de aristócratas, nada de ejércitos, nada de policía, nada de patrias, en fin, basta de todas las imbecilidades, no más nada, no más nada. NADA, NADA, NADA.

De esta manera esperamos que lo nuevo, que será eso mismo que no queremos más, se impondrá menos podrido, menos inmediatamente GROTESCO”.

 

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