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sábado, noviembre 23, 2024

Los Duchamp empresarios

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Paranaländer aprende con la ensayista Annie Le Brun que hoy en el realismo globalista ya no hay artistas sino ricos empresarios, que el vantablack ha obliterado como un agujero negro todo eso que antes no tenía precio.

 

Por: Paranaländer.

 

Annie Le Brun, usando el vantablack como metáfora, ha descubierto el nuevo paradigma del arte contemporáneo. Perdón, error garrafal pensar que tal paradigma se limitaría a ese ámbito, en donde en todo caso sería más visible hoy. ¿Qué es el sacrosanto vantablack? Un pigmento patentado por los militares ingleses que pagando una suma altísima ha adquirido en monopolio el artista anglo indio Anish Kapoor. El color originalmente diseñado para uso militar por la empresa británica Surrey NanoSystems, es un negro más negro que todos los negros, obtenido a partir de nanotubos de carbono tres mil quinientas veces más finos que un cabello y apretados unos contra otros como un bosque, que tiene la particularidad de absorber la luz al 99,965%. Este negro absoluto llamado vantablack tiene la “extraordinaria capacidad para abolir formas, contornos y relieves, hasta el punto de hacer casi invisible el objeto que cubre y, por tanto, «desestabilizar el ojo humano». Además, quien persista en querer discernir algo allí solo vería un agujero negro en lugar de un volumen, sería lo más irregular posible. Los pliegues, ampollas, crestas simplemente se borran, sin que quede el menor rastro. No debería sorprender que los militares estuvieran particularmente interesados ​​en este fenómeno como una posibilidad de camuflaje absoluto. Aplicado en forma de spray, este color elimina efectivamente todo control de los satélites, «aviones furtivos», drones como cualquier otro tipo de armamento. Un agujero negro de los objetos.

La genialidad de la visión empresarial o intuición monetaria de Kapoor, la de monopolizar un invento, erigir distinción dentro de la indistinción general, ha llevado a la ensayista y poeta francesa a tal descubrimiento. Ser artista hoy pasa por esto, el monopolio de una novedad tecnológica y la depredación del mundo con ella barriendo con todo y llenando los bolsillos de dinero. En suma, ya no hay artistas hoy, al modo del siglo xx de los modernistas y experimentalistas ingenuos y nobles. Hoy hay artistas ricos, que es casi equivalente, ser artista es ser rico y viceversa. Loa artistas hoy son en realidad emprendedores o empresarios. Artistas son el monogramático Koons, el demonio Hirst, el monopólico Kapoor…Y los artistas a la maniera antigua, hoy ya caduca, del siglo XX, los Baselitz, Buren, Richter, Kiefer, siguen porque han abdicado de sus maneras primitivas y se han amoldado al nuevo régimen de artistas cínicos prestigiosos. Hoy los artistas son etiquetas o marcas como las de Coca cola, Nescafé, Nike, etc.

Ella llama realismo globalista a esta nueva realidad del neoliberalismo (acuñada tal etiqueta a partir de la rancia del realismo socialista del régimen soviético que buscaba con él moldear las sensibilidades). Un 3 % de la población formado por artistas, galeristas, coleccionistas, mecenas, inversores, instituciones poderosas, deconstructivistas (han hecho que toda crítica sea suspendida), han consolidado este realismo. Es fácil comprobar que son siempre los mismos artistas los que exponen en Londres, Tokio, São Paulo, Miami, Berlín, París. Y su incursión es siempre depredadora. Y estos pocos 3 % pretenden determinar la actividad artística de esta época y darse todos los medios para hacerlo apropiándose pura y simplemente del nombre de arte contemporáneo. Hoy para ser artista hay que vender mucho y para ello la inversión debe ser elefantiásica, monumental en tal obra o artista. No hay artista pobre. Está claro que estamos aquí frente al arte oficial de la globalización, encargado, financiado y propagado por las fuerzas unidas del mercado, los medios de comunicación y las grandes instituciones públicas y privadas, por no hablar de los historiadores del arte y filósofos designados que la hacen sus garantes. Esta «cultura empresarial» tiene todas las apariencias de una multinacional, donde «el lenguaje de la dominación» se forja, desarrolla y vivencia, con el objetivo de eludir «cualquier inclinación crítica». El verdadero propósito del realismo globalista, siempre apuntando no a la aniquilación del significado -el habitual agravio contra el arte contemporáneo- sino a su control total como una moneda.

Esto nos lleva Duchamp. Annie Le Brun ve el gesto arbitrario de Duchamp en que al mismo tiempo desprecia el arte y el dinero (poniéndolas en tela de juicio) al presentar como arte sus ready-made. Estos artistas empresarios, según ella, no serían más que traidores o, mejor, falsificadores de ese gesto arbitrario. Ok, tu no quieres arte ni dinero, bueno usaré tu olímpica indiferencia y arbitrariedad y me condecoraré de artista y me forraré los bolsillos habrían pensado las figuras del arte contemporáneo. Son los Duchamp empresarios de hoy, que a partir de la celebración inicial de la elección arbitraria llegan a confundir el valor de la arbitrariedad y la arbitrariedad del valor. Aquí es el único punto en que no concuerdo con madame Le Brun: para mi ese gesto ya estaba inficionado de un nihilismo (más que de indiferencia, nobleza o ingenuidad crematística) que presagiaba que algún demonio lo usaría en su provecho tan poco artístico (en el sentido que tuvo hasta el siglo XX hoy ya perimido).

Ojo, recordemos que este paradigma de la financiarización total de las artes no se limita a ese ámbito. Creo vislumbrar el mismo proceso, de arte para los vencedores, es decir, millonarios, en los medios digitales actuales. Zuckerberg depredando las redes con sus Instagram, WhatsApp, Facebook, borrando a sus competidores con tal brutalidad economicista.

Le Brun nos deja una cuestión central: “Entonces, la única pregunta ahora es si la oscuridad absoluta del Vantablack triunfará o no sobre nuestras noches”.

 

Fuente: “Ce qui n’a pas de Prix. Beauté, laideur et politique” (2019), Annie Le Brun (En español este título sería: “Eso que no tiene precio. Belleza, fealdad y política”)

 

 

 

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