Paranaländer entrevista a Javier Fernández Paupy, escritor y editor nacido en Baires, en 1981: “Me gusta la literatura. Ignoro el periodismo cultural. Me gustan los días de lluvia. Soy nervioso. Me tranquiliza leer y escribir. Trabajo como profesor de Literatura en escuelas públicas y municipales de nivel medio”.
Por: Paranaländer.
Sos editor de Ascasubi y Palabras Amarillas, ¿contanos qué tipo de publicaciones son?
Con Palabras Amarillas quiero armar un catálogo de rarezas y cruzar la viñeta con la letra de molde. Es una editorial que surge del deseo de publicar textos de literatura argentina y de artes gráficas. A la hora de publicar me interpelan, sobre todo, los diarios, los relatos de viaje, las autobiografías, la poesía, el teatro y el ensayo, pero también los cuadernos de dibujos y de bocetos. De alguna manera, los libros que publico constituyen mi propio canon de lecturas. Ascasubi es otra cosa. El espíritu del fanzine. Es una editorial artesanal que me confirma que unas pocas hojas dobladas a la mitad y abrochadas en el medio pueden volverse una obra perdurable. En Ascasubi publico mucha poesía contemporánea y textos breves. Suelo tener prejuicios con lo pretendidamente literario y con lo sobrecogedoramente académico.
Has traducido a Lewis Carroll y a Jim Morrison, ¿qué tal ha sido esa experiencia?
Una experiencia apasionante de falsificación. Empecé traduciendo Bukowski, autor que admiro. Traduje una obra de teatro de Sam Shepard y Joe Chakin que está inédita. Traducir es una forma de leer con muchísima atención. Durante la pandemia traduje, a pedido de un editor español, La vida de las abejas, de Maeterlink. Al traducirlo me parecía que el tipo debía de estar muy loco o ser drogadicto o alcohólico. No creo que su libro tenga valor como naturalista sino como alucinado. Más que un tratado sobre las abejas, al traducirlo me pareció un tratado sobre los colores, algo muy psicodélico.
Mi fuente principal sobre vos es el libro bifronte Picando piedras (Notas de lectura), Tammy Metzler, 2019 (la otra cara del volumen es Gonzalo León). Lo tengo profusamente subrayado, me da la impresión que se repiten ciertos autores, Bioy, Néstor Sánchez, pero quería sobre todo preguntarte por autores menos conspicuos como Irina Bogdaschevski y Ricardo Colautti (autor a quien accedí apenas en francés).
Ciertamente hay una insistencia en algunos autores. Carlos Correas, Néstor Sánchez, Copi, Vicente Luy, José Sbarra. Pero también podría haber incluido autores argentinos del siglo XIX que frecuento, como Ascasubi, Sarmiento, Mariquita Sánchez de Thompson o Eduardo Gutiérrez. Ricardo Colautti es un escritor secreto que escribió tres pequeños libros excéntricos y geniales: Sebastián Dun, La conspiración de los porteros e Imagineta. Irina Bogdaschevski es una de las más prolíferas traductoras al castellano de literatura rusa. Escribió un libro de poemas que me resultó olvidable y unas memorias exquisitas, Escritos en los márgenes de la vida. La forma notas de la lectura también habilita la posibilidad de desplegar una lista comentada de libros. Emma Barrandeguy, Enrique Symns, Antonio Di Benedetto, Haroldo Conti, Manuel Puig, Rafael Pinedo, Francisco Garamona, Javier Villafañe, Lascano Tegui, Bernardo Jobson, Daniel Barbieri. Hay muchísimos autores importantes en mi vida.
Tu libro me impactó, primero porque se escabulle alegremente de uno de los corsés actuales de casi todos los ensayistas de la nueva hornada (los veo emerger directamente de la UBA, lavado el cerebro por algún profesor-escritor de fama, quizá Link o Kohan): la militancia airana, borgesiana, saeriana, laisequeana, lamborghiniana, etc., en todo caso, la militancia de un canon supuestamente salvador y casi mesiánico de la literatura argenta y alejado tanto del poder como de lo estrictamente “canónico” o panteónico.
Tampoco entiendo la militancia del ensayista profesional. La universidad es una fábrica de especialistas y epígonos de epígonos. Pero son como la fotocopia de la fotocopia de una fotocopia. Cualquier persona en pose de autor o escritor me resulta ridícula. Alguien es escritor cuando escribe, el resto del día se disfraza con otras máscaras sociales. Creo que hay una presuntuosidad estúpida en las personas que se autoperciben escritores y se exhiben en inanes y solemnes poses de autor.
Me gustaría preguntarte por autores nuevos y desconocidos que estás leyendo… como guía de un posible safari de libros en la Bayres de la pospandemia de 2022.
Es rara la categoría de autores nuevos y desconocidos. En algún punto, para descubrir un autor no hace falta que sea nuevo sino que no lo conozcamos. El verano pasado me encontré un libro de Julio Ardiles Gray, Memorial de los infiernos. Ruth Mary: prostituta, que es una obra maestra que acaba de reeditar la editorial La flor azul. Ardiles Gray era desconocido para mí. Pero el libro existía desde hacía muchos años. Es alucinante. Por cierto, esa editorial acaba de recuperar una joya que era casi inconseguible, Bepo. Vida secreta de un linyera, un libro magistral. Me pasó lo mismo con Daniel Moyano, a quien nunca había leído y de quien leí, hace poco, con muchísimo interés, Los pájaros exóticos, que salió por la editorial cordobesa Caballo negro. El año pasado edité en Palabras amarillas una novela de Constanza Romero, Caramelos de miel, la autobiografía de una chica que nació en el 2002. En ese sentido es una autora desconocida y su libro, impactante. Este año publiqué una primera novela del artista visual Fabi Al Mundi, alguien quizás desconocido en la orgía social de la literatura local pero no en el mundito del arte contemporáneo. En Ascasubi publiqué varios primeros libros este año. Pufffff, de Mayra Giménez, 2020 psicosis colectiva, de Joaquín Franco. Leí con mucho interés un libro de Ariana Atala, Cabayo glaciar, publicado por Iván Rosado en el 2020, en el que la autora compiló sus sueños entre el 2011 y el 2017. El resultado es genial. Autores de pocos libros publicados pero, a mi juicio, de mucho valor son: Nadia Gómez, José Fraguas, Emilio Jurado Naón, Marco Castagna, Gustavo Calandra o Bárbara Wapnarsky.
¿Qué otros practican tu “libre lectura”, este enfoque casi caraíta de leer?
Luciano García cuando escribe sobre Omar Viñole o Ignacio Anzoátegui. Matías Raía cuando escribe sobre Marcelo Fox o Bernardo Kordon. Laura Estrin cuando escribe sobre Zelarayán, Luis Thonis o Emma Barrandeguy. Milita Molina cuando escribe sobre Nicolás Rosa. Hugo Savino cuando escribe sobre Eduardo Wilde, Kerouac o Bessompierre. Federico Barea cuando escribe sobre Mariani o Carlos Rivarola.
¿Aún hay librerías en Baires donde perderse y del cual emerger con joyas o mercado libre fagocitó a todas?
Sí, incunables olvidados aparecen a cada rato. Hay que estar atento a las librerías de viejo y ensuciarse los dedos. Pero definitivamente Mercado libre cambió todo. En La Internacional Argentina (Padilla 865) hay estanterías llenas de primeras ediciones. En La Teatral Libros (Av. Federico Lacroze 1860) aparecen joyas en francés a precios increíbles. El otro día encontré en una librería abyecta una perla, La historia de Tía Vicenta, por Edgardo Russo, sobre la revista satírica que dirigía Landrú.
¿Algún libro parecido a Picando piedras pero aplicado al universo de la música?
La editorial La Bestia Equilátera tradujo dos libros de David Markson, en los que me inspiré para escribir Picando piedras. Uno de esos, Esto no es una novela, tiene muchas referencias al universo musical.