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sábado, noviembre 23, 2024

Juan Ramón Tagore Kabir

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Paranaländer desempolva sus viejas revistas de los 80’s, compradas de los kioskos frente al CNC, a precio de recreo, donde pululaban nombres como Tagore, Kabir, Juan Ramón Jiménez.

 

Por: Paranaländer

 

“Los poetas Vaishnavas han cantado con el mayor encanto a Radha cuando va a su cita con Krishna atravesando una tempestad en la noche. Me pregunto: ¿se detuvieron alguna vez a considerar en qué estado debió llegar donde él estaba? La clase de maraña en que se enredaría su pelo es fácil de imajinar y también el estado del resto de su indumentaria. Imajinar como llegó a su tocador, con el polvo sobre su cuerpo empapado por la lluvia hasta convertirlo en una capa de barro, es una visión realmente conmovedora.

Pero cuando leemos los poemas Vaishnavas, no se nos ocurren estos pensamientos. Sólo vemos sobre el lienzo de nuestro pensamiento la imajen de una bella mujer pasando bajo el cobijo de las Kamdambas en flor, en la oscuridad de una tempestuosa noche de Skravan (julio-agosto, estación de las lluvias), hacia la ribera del Jumna, olvidando el viento y la lluvia, como en un sueño, atraída por la fuerza del amor. Se ha ligado las ajorcas para que no tintineen; está cubierta con vestiduras azules oscuras para no ser descubierta; pero ¡no lleva paraguas para no mojarse, ni linterna para no caer!

¡Ay de las cosas útiles, tan necesarias en la vida práctica como descuidadas en la poética! La poesía lucha en vano por libertarnos de sus ligaduras aunque éstas estén siempre con nosotros. Tanto así es que hasta se dice que con la marcha de la civilización la poesía se estinguirá, pero continuará sacándose patente tras patente, para el perfeccionamiento en la fabricación de zapatos y de paraguas”.

 

“Si yo pudiera terminar de escribir un poema cada día, mi vida se pasaría en una especie de gozo inefable; pero aunque he estado entregado a la poesía muchos años, no ha sido domada todavía y no es de ese tipo de corcel alado que permite echarle la brida cuando a uno le viene en gana. La alegría del arte está en la libertad de alzar el vuelo al antojo de la fantasía; entonces, aún después de la vuelta al mundo cárcel, el eco perdura en el oído y la exaltación en el entendimiento”.

 

“Hace mil años, Kalidasa dio la bienvenida a aquel primer día de Asarh y una vez en cada año de mi vida, ese mismo día de Asarh amanece en toda su gloria; es el mismo día del poeta del antiguo Ujjain, el que ha traído a innumerables hombres y mujeres sus alegrías de unión y sus dolorosas separaciones”.

 

“Los 30 años de mi vida no llenarían un solo volumen.

¿Qué hacer, entonces, con esta tan reducida vida? La cantidad de espacio ocupado por cada individuo en todo el mundo es a veces reducido de tal forma que una pequeña silla es suficientemente grande para ocultarlo por completo. Después de todo, sólo queda lo suficiente para un pensamiento de dos horas. Unas pocas pájinas escritas. ¿Qué despreciable fracción de mis pocas pájinas ocuparía este perezoso día?”

 

“Entre los polos de lo concierne y lo inconciente, el pensamiento ha puesto un columpio.

De él cuelgan los seres y todos los mundos, y ese columpio nunca deja de balancearse.

Millones de seres están allí; el sol y la luna, en sus cursos, están allí.

Millones de siglos pasan, y el columpio sigue.

Todo se mece; el cielo y la tierra, y el aire y el agua; y el Señor mismo allí personificado.

Y la visión de esto ha hecho a Kabir sirviente de su Amor”.

 

Fuente. Glimpses of Bengal – Songs of Kabir, Rabindranath Tagore, 1915 (Plaza &Janés, 1980)

 

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