«Es la típica película en la que el cinéfilo entiende que vale por su experiencia, entonces solo puede comentarse, como los periodistas cuando preguntan en conferencia de prensa, las sensaciones que uno tuvo al verla». Por: Derian Passaglia
Trata sobre el amor sin la parte de comedia como lo harían en Hollywood: todo es serio, bien dramático, para llorar y sufrir. Esto es tan serio que no hay espacio para la vulgaridad. Undine es una chica, historiadora en un museo, que corta con el novio y después conoce a otro y se enamora, se dedica al buceo y tiene el labio leporino como Joaquín Phoenix pero no es Joaquín Phoenix. Es un alemán que se le parece y que tiene el mismo registro actoral, es decir, anda siempre con cara de circunstancia, como si hubiera dejado el horno prendido en la casa y quisiera volver rápido a apagarlo.
Undine tiene altos planos. A veces la ciudad de Berlín se parece a Buenos Aires, el barrio de Recoleta, por el Bajo, en la zona de los museos y más allá los bosques de Palermo. En la primera escena, llena de tensión, Undine y su casi ex novio toman café en una mesita en la vereda, sobre una calle empedrada. Más adelante van a aparecer un lago, luces frías o apagadas, pocos personajes. Undine, su ex y el falso Joaquín Phoenix forman un triángulo amoroso clásico. Es hermoso cómo se conocen Undine y el falso Joaquín Phoenix: se rompe un acuario en el museo, el agua y la explosíón los tumban, ellos dos quedan mirándose en el piso empapados entre medio de astillas de vidrio.
La película indie alemana se va poniendo simbolista, mediante una serie de hechos inverosímiles, que tienen la intención de confundir lo real y lo ficticio. ¿Cómo es posible que el falso Joaquín Phoenix se despierte de una muerte cerebral irreversible? Ni mi tío pudo, sencillamente se me murió. ¿Esa Undine, abajo del agua una vez ya muerta, es imaginación del falso Phoenix o una sirena zombie que viene a buscarlo para reencontrarse con su amor? Este forzamiento de la trama está subordinado a la intención poética de las imágenes.
Undine es dramática, y como todo drama, proviene de Shakespeare, y más atrás de los griegos. El fantasma es el motivo dramático shakesperiano por excelencia, el momento de la toma de conciencia de la humanidad, cuando finalmente se revela el ser, el alma. Según Harold Bloom, Shakespeare inventó los sentimientos, lo que parece muy difícil de concebir. ¿Antes cómo eran las relaciones? El drama de Undine habla de las relaciones actuales a través de este triángulo amoroso que pretende mezclarse con la historia de la ciudad de Berlín, la historia del siglo XX, la historia de la civilización.
Es la típica película en la que el cinéfilo entiende que vale por su experiencia, entonces solo puede comentarse, como los periodistas cuando preguntan en conferencia de prensa, las sensaciones que uno tuvo al verla. Pero Undine no deja solamente la experiencia, porque sería pensar que el director quiere entregar un mensaje, bajar línea, sobre la forma en que el espectador debería ver la película. Undine es más que eso. Despierta el deseo de conocer Berlín: una ciudad con muchas personalidades, el centro civilizatorio del siglo XX partido en dos.