Paranaländer en plan animalista derrama toda su compasión budista hacia la perrunidad que sufre y muere en silencio hoy o mañana, evento atroz eternizado por una página maravillosa de Céline.
Una prueba más, contundente e irrefutable, de la inexistencia de Dios, la muerte de un animal, de ese pequeño genio del hogar urbano, el perro.
¿Sin ese genio qué queda de nosotros? Nos jubilamos, como dice Céline, como esos seres abyectos, ¡jubilados de nacimiento desde después del biberón!
A Céline (“siempre escribo demasiado sobre perros me acusan”) la muerte de su perra Bessy le inspirará, en “De un castillo a otro”, estas líneas inolvidables.
« Elle s’est allongée joliment… elle a commencé à râler… c’était la fin… on me l’avait dit je le croyais pas, elle était dans le sens du souvenir, d’où elle était venue, du Nord, du Danemark, le museau au nord, tourné nord… la chienne bien fidèle d’une façon, fidèle aux bois où elle fuguait, Korsør, là-haut… fidèle aussi à la vie atroce… les bois de Meudon lui disaient rien… elle est morte sur deux trois petits râles… oh, très discrets… sans du tout se plaindre… ainsi dire… et en position vraiment très belle, comme en plein élan, en fugue… mais sur le côté, abattue, finie… le nez vers ses forêts à fugue, là haut d’où elle venait, où elle avait souffert… Dieu sait! »
La mejor escena de agonía en la literatura: la muerte de Bessy, la perra danesa de Louis Ferdinand en «De un castillo a otro» (Club Bruguera, 1981). Lo que intentó Vallejo en “La Virgen de los sicarios”, pero sin el talento de Céline.
«“Se acostó muy bien… comenzó a gemir… era el final… me lo habían dicho, no lo podía creer, pero era cierto,, ella se acomodó en sentido del recuerdo, de donde venía, del Norte, de Dinamarca, el hocico hacia el norte, apuntando el norte…la perra fiel a sí misma, fiel a los bosques donde se fugaba, Korsör, allá arriba…fiel, también, a la vida atroz…murió después de dos…tres pequeños estertores…¡oh, muy discretos!…sin querer quejarse en absoluto…por así decirlo…y en posición realmente hermosa, como en pleno ímpetu, en fuga…pero sobre el costado, vencida, acabada…,la nariz hacía sus bosques de fugas, allá arriba, de donde venía, en donde había sufrido…¡Dios sabe!».
Y pensar que para Céline escribir era una indecencia.
Pero las maravillas que escribió sobre una perra. ¿Quién fue Bessy?
Bessy, traída de Dinamarca, que, según la leyenda, había sido abandonada en un bosque por soldados alemanes, mientras que, según Erna Rasmussen, había sido comprada por sus padres en una perrera de la isla de Fionie (Testimonio de Erna Rasmussen a François Marchetti. Ella cree recordar que el perro era un macho llamado Bess, pero agrega: “Mi memoria puede engañarme”)..
“En Meudon, Bessy, podía verlo, añoraba Dinamarca. Comía con nosotros…se largaba…volvía…jamás un reproche…comía de nuestros platos podríamos decir … .cuanto más nos atormentaron las gentes más mimos necesitaba…¡los tuvo!…pero sufrió al morir…yo no quise pincharla…darle siquiera un poco de morfina…hubiera tenido miedo de la jeringuilla….no se quejaba…pero yo lo veía…ya no tenía fuerza…dormía al lado de mi cama… de pronto una mañana quiso salir fuera…”.
Fue una agonía discreta, hermosa, nada de esa ostentación que sobra en la agonía de los hombres
“Murió aquí, en Meudon, Bessy está enterrada aquí mismo, en el jardín, veo el pequeño túmulo…sufrió mucho al morir…creo que de cáncer…sólo quiso morir allí fuera…le sostuve la cabeza…la abracé hasta el final…era de veras un animal espléndido…daba gozo verla…un contento que te hacía vibrar…¡tan hermosa era!…ni un defecto…pelaje, lomo, aplomo…”.
La loba Bessy fue el único ser vivo del que Céline pudo obtener algo de calor.