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domingo, noviembre 24, 2024

Yaguareté avá

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Paranaländer sueña con la metamorfosis en tigre de los chamanes guaraníes del Padre Guevara y del hombre de Yuty según la leyenda recogida por Ambrosetti en su estudio del folklore comparado.

 

“En Misiones, Corrientes y Paraguay es fácil oír hablar de los Yaguaretés abás, los que creen sean indios viejos bautizados, que de noche se vuelven Tigres á fin de comerse á los compañeros con quienes viven ó á cualesquiera otras personas. La infiltración cristiana dentro de esta leyenda se nota no sólo en lo de bautizado, sino también en el procedimiento que emplean para operar la metamorfosis. Para esto, el indio que tan malas intenciones tiene, se separa de los demás y entre la oscuridad de la noche y al abrigo de algún matorral, se empieza á revolcar en el suelo de izquierda á derecha, rezando al mismo tiempo un credo al revés, mientras cambia de aspecto poco á poco. Para retornar a su forma primitiva hace la misma operación en sentido contrario. El Yaguareté abá, tiene el aspecto de un tigre, con la cola muy corta, casi rabón, y como signo distintivo presenta la frente desprovista de pelos. Su resistencia a la vida es muy grande y la lucha con él peligrosa. Entre los innumerables cuentos que he oído, referiré el siguiente: En una picada cerca del pueblo de Yuti (Rep. del Paraguay) hace muchos años existía un feroz Yaguareté abá, que había causado innumerables víctimas. No faltó un joven valeroso que resolvió concluir con él, y después de haber hecho sus promesas y cumplido con ciertos deberes religiosos, se armó de coraje y salió en su busca. Algo tarde se encontró con el terrible animal a quien atropelló de improviso hundiéndole una cuchillada. El Yaguareté disparó velozmente, siguiéndolo nuestro caballero matador de monstruos, por el rastro de la sangre, hasta dar con él a la entrada de una gruta llena de calaveras y huesos humanos roídos. Allí se renovó la lucha, y puñalada trás puñalada, se debatían de un modo encarnizado sin llevar ventaja. Ya le había dado catorce, por cuyas anchas heridas manaba abundante sangre, cuando se acordó de que sólo degollándolo podía acabar con él. Con bastante trabajo consiguió separarle totalmente la cabeza del cuerpo, de conformidad al consejo que le habían dado y recién entonces pudo saborear su triunfo definitivo del cuerpo, de conformidad al consejo que le habían dado y recién entonces pudo saborear su triunfo definitivo”.

El padre Guevara, en la primera parte del libro 1°, al hablar de las supersticiones de los Guaraníes, dice que sus hechiceros se preciaban de visionarios, diciendo que habían visto al demonio en traje de negrillo y con apariencia y figura de tigre ó de león, y adelantaban que él les comunicaba arcanos ya ominosos y terribles, ya prósperos y felices. Más adelante describe las ceremonias de estos hechiceros con estas palabras : «Estos hechiceros tienen por lo común dos ó tres familiares cómplices de su iniquidad, terceros de sus artificios y diestros de las voces y bramidos de animales. Ligados con el sacramento del sigilo, no descubren la verdad, so pena de privación de oficio, y de malograr el estipendio y gajes de la mesa capitular. Cuando llega el caso en que el hechicero ha de consultar al diablo, como ellos dicen, sus familiares, que hacen el oficio de sacristanes y sacerdotes, se ocultan en algún monte, en cuya ceja se previene de antemano alguna chozuela, que hace las veces de trípode, y el oficio de locutorio. «Para el día prevenido se junta el pueblo; pero no se le permite acercarse, para que no descubra el engaño, y quede confirmado en su vano error y ciega presunción . «El hechicero, bien bebido, y alegre con los espíritus ardientes de la chicha, saltando y brincando junto á la chozuela, invoca al diablo para que venga á visitar al pueblo y revelarle los arcanos futuros. Cuando todos están en espectación aguardando la venida del demonio, resuenan por el monte los sacristanes y sacerdotes disfrazados con pieles, disimulando los bramidos del tigre y voces de los animales. En este traje, que el pueblo no discierne, por estar algo retirado, entran en la chozuela, y aquí del diablo y sus sacristanes. «Estos, con grande confusión y behetría infernal, imitando siempre las expresiones de animales, empiezan a erutar profecías y trocar vaticinios sobre el asunto que desean los circunstantes. « De la boca de ellos pasa á la del hechicero, y éste, con grandes gestos, arqueando las cejas con espantosos visajes, propala al pueblo los pronósticos y vaticinios. El pueblo vulgo, incapaz de reflexión ni examen, arrebatado de ciega persuasión, los admite como oráculos del diablo, quedando en error casi invencible, de que el diablo es quien habla al hechicero, y que éste es fiel relator de sus predicaciones. «Este es el origen admitido entre los indios, y abrazado entre los escritores, de las operaciones diabólicas y de los fingidos hechiceros. Este el fundamento de aquel terror pánico que tienen los indios de acercarse a la chozuela y trípode, recelando insultos feroces y despiadados acometimientos del tigre, cuyos bramidos imitan los sacristanes sus familiares, para persuadir al vulgo que es el demonio transfigurado en infernal bestia el que los habla».

 

fuente: La leyenda del Yaguareté Abá, Juan B. Ambrosetti, Anales de la. Sociedad. Científica. Argentina. — T. XLI, 1896

 

 

COPETE. Paranaländer sueña con la metamorfosis en tigre de los chamanes guaraníes del Padre Guevara y del hombre de Yuty según la leyenda recogida por Ambrosetti en su estudio de leyendas comparativas.

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