Paranaländer supera por puro milagro de la fortuna sus más de tres décadas de branlette mentale en que vegetaba sin pena ni gloria: gracias a la epifanía de un libro perdido como una amada inmisericorde en la difuminada adolescencia.
En mis años de colegial del Colegio Nacional de la Capital (los lejanos y angustiantes 80) tuve un libro-biblia: lo llevaba conmigo como una biblia, en clases, en la calle, en el ómnibus, en la casa.
Pasaron los años, y cosa curiosa, nunca tuve nuevas pistas de mi perdida y amada biblia de adolescente. Aprendan de un amigo engañado por su memoria: nunca hagan caso a la memoria, esa embustera.
Ya en tiempos de internet me puse a la ansiosa búsqueda online del libro, nada por aquí, nada por allá. No saltaba ningún resultado en el buscador. Ningún pdf, ebook, epub, o una mísera cita bibliográfica. El tiempo se lo había devorado del universo.
Pensaba que el autor era un franxute, más precisamente Taine, Hyppolite.
Nunca me puse a buscarlo por el título, ceguera extrema.
Hasta que 35 años después, hace un par de días, pum, una mera cita de un libro de 1922 (“El sentimiento de tristeza en la literatura contemporánea”, José Deleito y Piñuela), en su mismísima primera página me remite a una nota a pie de página sorprendente: “El aburrimiento”, E. Tardieu, Daniel Jorro editor. Paz, 23.-Madrid, 1904, Traducción española de Ricardo Rubio. BIBLIOTECA CIENTÍFICO-FILOSÓFICA
Moraleja, no todo se pierde en el mundo, siempre puede volver una vieja felicidad a cruzarse en nuestra vida mediocre.
«Señora… os escribo porque me aburro horrorosamente… Tomo todo con indiferencia y paso los dos tercios de mi tiempo en aburrirme profundamente. No hay hombre en el mundo que se aburra más que yo. Nada me parece valer un un esfuerzo ó la fatiga de un movimiento. Me aburro sin descanso, sin reposo ni esperanza, porque nada deseo, nada espero… Todo me es casi igual en la vida: hombres, mujeres y sucesos… Esa es mi verdadera profesión de fe, y añado lo que no creeréis: que no tengo mayor interés por mí que por los demás. Todo se divide en farsas, fastidio y miseria.» Tuvimos ocasión personalmente de cambiar algunas cartas con Maupassant; de una de ellas son estas líneas que continúan, con algunos años de intervalo, las citas anteriores (1): «Estoy medio deshecho de fatiga, cansancio cerebral y desarreglo nervioso. Todo me fastidia y sólo me son soportables las horas en que escribo. En tal estado mental y físico, no sé la época en que volveré á París, cuya vida me enerva y descorazona mucho. No experimento bienestar más que solo, cerca del mar ó en la montaña…» Terminemos este capítulo recordando la idea que nos propusimos exponer, el agotamiento físico o mental, resultado de una predisposición definida, ó consecuencia de la edad, es causa fundamental del aburrimiento, y constituye para él una razón de ser imposible de olvidar. Cartas a María Bashkirtseff, escritas en 1884, publicadas por la Revue des Revues, 1° Abril 1896.”
“Personalmente, no tengo ningún otro motivo de satisfacción en el mundo. El arte, los cuadros, el teatro, los libros, no me divierten; no son para mí sino, motivos de un trabajo fastidioso, porque siempre hay que volver á empezar». (Gautier se complacía en repetir estas palabras: «Nada sirve de nada, y en primer lugar no hay allí nada; sin embargo, todo llega, pero esto es bien indiferente.»).
“Leopardi merece ser inscrito el primero entre los que se dedicaron á recoger el fastidio de todo lo terrenal. Proclama la inutilidad de nuestras acciones que sólo sirven para pasar el tiempo… «Tenemos una necesidad más grave, á la cual sólo nosotros podemos proveer y que no satisfacemos sin fastidio y sin esfuerzo; hablo de la necesidad de pasar nuestra vida, dura, invencible necesidad, a la cual ni los tesoros, ni los rebaños numerosos, ni los campos fértiles, ni la corte, ni el manto de púrpura pueden sustraer la humanidad. El que, despechado.de sus años vacíos y odiando la luz del cielo, no se decide á prevenir su destino tardío y no vuelve contra sí su mano homicida, busca por todos lados y persigue mil remedios ineficaces para la fuerte mordedura del deseo incurable y vano de la felicidad”.
Hoy me doy cuenta por qué un adolescente de 15 años tenía por libro de cabecera a uno titulado “El aburrimiento”: era una sorda protesta contra el status quo, rebelión metafórica contra un presente aburrido o vacío.