Muchos lo hacen por amor, como seguramente en tus ojos estaba dicho (…) por amor a la enseñanza y ese particular sentimiento que se manifiesta cuando un curso es tan agradable y tan lindo… Por: Derian Passaglia
Era mi señorita de 4to o 5to grado en la Jesús de Nazareth, o como le llamábamos coloquialmente, Las Oblatas… No sé si hablarle directamente a ella, porque como le quiero pedir perdón, quizá sea mejor hablarte a vos sin intermediarios, aunque sepamos ya que el tiempo y la distancia, y más aún la escritura, y la infinidad de medios de los que disponemos hoy en día, dificultan un poco la comunicación, y nos encierran en este marambo de cables y pantallas, y códigos binarios de ceros y unos…
¿María Laura se llamaba? ¿O era otro el nombre de aquella señorita tan simpática que una vez nos hizo leer una novela a cada uno, sobre la que teníamos que comentar pasando al frente? A mí me había tocado una novela juvenil… La leí entera, no me acuerdo el título ni el autor, ni mucho menos la tapa. Me suena a que la editorial era Alfaguara, en esa colección, que hasta el día de hoy mantienen, sobre novelas juveniles de autores que escriben específicamente para adolescentes de colegios. Sí, yo pasé al frente con mi metro y medio, mi uniforme con camisa y corbata, y esa timidez siempre latente en mí que a veces pienso será la causa, entre otras cosas, por la que escribo… Otras pienso que no, que tal vez sea esa hiperactividad tan característica de mi personalidad, que me hace saltar como un canguro idiota de tema en tema…
Pasé al frente y expuse mi resumen de la novela y no me la acuerdo ni medio, pero sí me acuerdo una escena que me censuraste, o que me dijiste que no importaba, porque se trataban de hechos ocasiones o innecesarios a la trama que no convendría señalar en una exposición. Yo había dicho que uno de los personajes, quizá el principal, se había comido tres medialunas. Solo eso, solo eso me llamó la atención. Aguanten las medialunas. Me gustan más las porteñas… Acá la comida es mucho más rica que en Rosario, hay grandes pizzerías y bodegones, y las empanadas son gigantes y tienen mucho queso y un juguito muy rico a veces, en ciertos locales, en algunos restaurantes de tradición centenaria.
A María Laura también la hice llorar, pero ahora me parece que no era María Laura tu nombre, porque vos tenías rulos bien negros llevados con reluciente belleza en los hombros y María Laura tenía una cola de caballo atada hasta la cintura, y parecías también más grande que María Laura, como ya pronto a la jubilación, o esperando ese bendito trámite que tanto envidio cuando sale en la sala de profesores, sí, yo también me quisiera jubilar, es tan desgastante esta profesión… Muchos lo hacen por amor, como seguramente en tus ojos estaba dicho, por amor a los chicos y chicas y por amor a la enseñanza y ese particular sentimiento que se manifiesta cuando un curso es tan agradable y tan lindo, y entonces se genera esa química única entre profe y alumnos, alumnas.
Pero te voy a dejar de nombre María Laura, total a las dos las hice llorar, sí, yo era un bando en la escuela, mi vieja vivía en dirección, la llamaban cada dos por tres porque yo andaba haciendo lío y portándome mal, entonces sería castigado, “serás castigado”, como dicen hoy los adolescentes en las aulas, citando la letra de la canción de moda en las radios. Te hice llorar por mi desconsideración, por mi torpeza, mi maldad y mala educación, por eso quería pedirte perdón con esta breve carta que quizá nunca llegue a tus manos. Es también un motivo egoísta por el que te escribo, ¿cuándo no? Un motivo que hará que mi corazón sane y pueda recibir su satisfacción consoladora de saberse limpio de culpas, como hacen en la “literatura del yo”…
Otra vuelta me pusiste un 10 en Análisis Sintáctico. Fua, ¿yo un 10? ¿Yo, el pibe 6? ¿El que pasaba raspando? ¿El que no prestaba atención a nada que no fuera de su interés? Pero análisis sintáctico me salía de taquito, la tenía re clara… Verbos, tuki. Sujeto, tuki. Predicado, adentro. Objetos directo e indirecto (el indirecto me habría costado más), circunstanciales. Modificadores del sustantivo. Listo. Había terminado primero la prueba, antes que nadie, me encantaba entregar primero, y vos la corregiste desde tu escritorio, y mientras tanto yo te miraba deslizar la bic roja sobre mi hoja rayada Rivadavia, y tildabas cada oración, lo hacías despacio para que yo te observara, para que viera que había hecho todo perfecto, que sí quería podía… Entonces, cuando terminaste de corregir la última oración, levantaste la cabeza, me miraste, yo estaba enfrente tuyo porque me senté en el banco de adelante, ¡y me clavaste un generoso y hermoso 10! ¡Qué placer inédito! ¡Un 10!
Pero te quiero pedir perdón, en realidad, por esa vez que te hice llorar. Era pascua. Habías traído una sorpresa para tus chicos. Hubo gran ansiedad toda la clase, esperábamos que tocara el timbre ya para que María Laura nos repartiera la sorpresa. Ibas pasando banco por banco, todos quietitos en la silla para recibir tu bendición, ibas pasando así, delicadamente, banco por banco, e ibas entregando a cada uno un huevito de pascua de la marca Godet, un huevito que cabía en la palma de la mano, y lo dejabas en el borde de cada banco, y todos estaban felices con sus huevitos de pascua que había traído la señorita María Laura… Me entregaste tu huevo, lo sacaste de la bolsa como una aparición mágica en el aula, y yo te dije:
-¿Tan chiquito el huevo?
Como si vos hubieras tenido la obligación de regalarnos algo más grande, con todo el esfuerzo que te habrá costado comprar cuarenta huevitos de pascua para un curso de cuarenta chicos… Te quiero pedir perdón, María Laura, y ojalá puedas leerme y perdonarme, porque uno cuando es chico a veces, por esa cosa horrible que tiene la niñez o la adolescencia, no se da cuenta de las cosas que dice y hace… Perdón, y ya que está, también gracias.