Pero si la literatura entera es ideología, entonces también nada de la literatura es ideología. Por: Derian Passaglia
Miércoles, 19/07 12:51
Al pensar la ideología en la literatura, la literatura se politiza. Un camino posible es no politizar la literatura, desideologizarla, como se hizo en mucha de la literatura de la década del noventa. Ahora, en el mundo de hoy, en el casi cuarto de siglo que llevamos del siglo XXI, sabemos que ese camino es ingenuo. ¿Cómo salir de esta contradicción? Parece como si no tuviera ninguna solución, como una aporía que solo se podría resolver en la práctica, sin pensar en la teoría. Quizá, en estas páginas finales, Sartre trata de ir más allá de lo que planteó al principio, para superar las ideologías que no dieron resultado, que nos siguen estancando en las mismas lógicas binarias, y por eso habla de “encontrar una ideología nueva”.
Acá el fragmento: “El escritor aislado puede limitarse a su tarea crítica, pero nuestra literatura, en su conjunto, debe ser sobre todo construcción. Esto no significa que debamos emprender la tarea, conjunta o aisladamente, de encontrar una ideología nueva. Ya he demostrado que, en cada época, la literatura entera es ideología”.
Pero si la literatura entera es ideología, entonces también nada de la literatura es ideología. En definitiva, antes que una idea política, antes que un sistema de creencias y valores, antes que “la totalidad sintética y contradictoria de todo lo que la época ha producido para ilustrarse”, como define Sartre la ideología, podría pensarse la ideología como una forma autónoma, un simple dispositivo, un recurso literario independiente y no atado a lo real ni al contexto, en una determinada narración.