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sábado, noviembre 23, 2024

Tiempo sin lluvia, de Cynan Jones

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En Tiempo sin lluvia resuena lejanamente La tierra baldía de T.S Eliot, el gran poema de la modernidad… Por: Derian Passaglia

William Faulkner descubrió la tierra en la literatura, y esa invención se expandió por toda América. La reprodujo García Márquez y la reprodujeron los escritores del Boom, y después se exportó al mundo entero. Es un espacio ficticio el que creó Faulkner, en el condado de Yoknapatawpha, pero en el que se reflejaba otro real, el sur de los Estados Unidos, ese del que Faulkner prácticamente no salió en toda su vida. Cynan Jones pertenece a esta tradición, la de los escritores de la tierra.

Estos escritores parten de un supuesto: la tierra en la que se nace determina la conducta, cuando se trata del realismo, o es maravillosa cuando se trata del fantástico. En cualquier caso es siempre la tierra, el lugar determinado, el pueblo o la ciudad (en general siempre es el pueblo el espacio asfixiante) lo que modifica la vida de los personajes. Ellos, ellas, son así, actúan de esa manera, porque es el lugar en el que viven lo que los obliga a ser así. La tierra como el personaje más determinante del relato.

Este tipo de relatos termina siendo predecibles a esta altura del partido. El lector ya sabe lo que espera, lo que se va a encontrar, como si fuera parte de un género: relatos monocordes, precisos, un lenguaje que acompaña el ahogo de un lugar sin aire, sin sol, sin nubes, sin esperanzas, sin emoción. En esta novela lo que falta es el agua, lo dice el título. En Tiempo sin lluvia resuena lejanamente La tierra baldía de T.S Eliot, el gran poema de la modernidad. Cynan Jones, como la Stacy Malibú de Los Simpsons, tiene un sombrero nuevo para la literatura, trae un espacio desconocido como es la costa oeste de Gales sobre la cual escribe y donde nació.

Ah, sí, de qué va la novela. Las 143 páginas transcurren en un día y trata de una familia en el campo que vive de la siembra y el ganado. Se escapa una vaca del establo y Gareth, protagonista, padre y marido, se dedica buscarla por todo el pueblo. Lo mejor de la novela son los detalles, como cuando dice que al entrar a la casa se limpia los pies en la alfombra, aunque no lo necesita, lo hace por simple costumbre. También el conocimiento de la vida animal que tiene el narrador, y las cuatro o cinco páginas en las que se cuenta una invasión de patos en el pueblo.

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