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lunes, mayo 6, 2024

El eterno retorno de lo mismo en el pensamiento de Nietzsche

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Para los lectores de El Trueno, el filósofo César Zapata presenta la primera parte de un ensayo magistral sobre el significado del eterno retorno en Friedrich Nietzsche, enfatizando en la dimensión moral de dicha noción.

Por: César Zapata

I parte: La presencia del Círculo

Informados por un aforismo solitario.

Si en más de alguna oportunidad a un auténtico socialista le ha parecido patética la relación hermenéutica entre algunos “ñembo”  marxistas y la filosofía política escrita por Marx y Engels, tendríamos que agregar que no es nada distinto el vínculo entre algunos nietzscheanos con Nietzsche. Este “ejército disfuncional”, como suele decir Dario Sarha, que sigue a Friedrich, a cada momento es engrosado por alimañas de toda índole que informados por un aforismo solitario de Más allá del bien y el mal o El crepúsculo de los ídolos, muchas veces provenientes de un post en redes sociales, interpreta con una imaginación desaforada las enseñanzas del martillo alemán.

Ser nietzscheano hoy por hoy es vestirse de la vaca multicolor, o sea cualquier cosa. Ahora bien, esto es más acotado en el campo académico, por cierto, pues los estudiosos pueden ser notables, como entre otros Jasper, Heidegger, Vattimo, Montinari, Giogio Colli, Sánchez Pascual, Deleuze, José Jara, Hernández Arias, etc.  Aunque en la otra cara de la moneda podemos encontrar una pornografía de comentarios y comentadores que lanzan fuegos artificiales financiados por becas que exigen publicaciones y gatillan el desenfreno por figurar en revistas indexadas con alguna estupidez, académicamente correcta, disfrazada de interesante y que sobretodo ayude en el escalafón profesional.

Está distorsión interpretativa o hermenéutica del mono, el mono que repetía todo lo que enseñaba Zaratustra sin entender palabra alguna es aún más letal cuando el tema es El eterno retorno de lo mismo, pues aquí la exégesis puede arrimarse desde un pop con su aullido de autoayuda, hasta un radicalismo político medio sádico y conste que con esta demarcación nos quedamos cortos.

Hay que agregar, que a diferencia de Marx y Engels, Nietzsche es más oscuro y contradictorio en su mensaje y esto quizá justamente porque no quería nietzscheanos. Él quería llegar a los cocreadores (Mitschafende), es decir dialogantes capaces de intervenir directamente todo lo dicho en su filosofía. Esto queda claramente consignado en Así habló Zaratustra, en donde a raíz del incidente en la plaza en la que cosecha un oyente  (equilibrista saltimbanqui) a punto de morir decide buscar los oídos sólo de algunos, no de todo el pueblo.

Pues bien, como obrero (profesor) de la filosofía, voy a intentar interpretar  la doctrina del eterno retorno, usando una hermenéutica lo más apegada posible, o en la medida de lo posible, al mensaje que intentó entregar el insigne bigote prusiano. Lo haré en dos partes, la primera centrada en demostrar que el tiempo circular del eterno retorno no corresponde al tiempo cíclico concebido de distintas maneras en varias culturas construidas por la humanidad. Y una segunda parte en la cual consecuentemente se explicará el valor moral de la doctrina del eterno retorno.

El eterno retorno de lo idéntico

En primer lugar, creemos útil recordar los textos en que Nietzsche escribe directamente acerca del eterno retorno de lo mismo, de manera que tanto aficionados como conocedores puedan indagar en su obra y sacar sus propias conclusiones.

El primer registro data de un cuaderno de apuntes en 1881, hecho que queda testimoniado en Ecce Homo, el título de dicho apunte es «El regreso de lo idéntico». La segunda alusión directa se encuentra en un bellísimo pasaje de La gaya ciencia, escrito en 1882, específicamente en el libro cuarto en el parágrafo titulado «El peso más abrumador». Luego es en Así habló Zaratustra, escrito en 1883, en donde encontramos el desarrollo más extenso de esta idea, de manera puntual (pues en gran parte de la obra se alude indirectamente al eterno retorno) en la tercera parte, parágrafos: «De la visión y el enigma» y «El convaleciente». Posteriormente, en la cuarta parte, en el parágrafo «La canción del Noctámbulo». Por último, en 1888, en el capítulo de Ecce Homo titulado «Así habló Zaratustra. Un libro para todos y ninguno», Nietzsche vuelve a la idea del eterno retorno y nos cuenta algo de su proceso creativo. Y antes de todo lo anterior y de una manera larvaria, por así decirlo, encontramos en un fragmento póstumo de 1873 una alusión a propósito de Hume en donde Nietzsche plantea la pregunta: ¿qué pasaría si tuviéramos la posibilidad de regresar: volveríamos a vivir la misma vida?

Pues bien, la idea del eterno retorno es presentada por Nietzsche como un mecanismo invaluable para resignificar la vida con todas sus complejidades[1]. Para que esto sea posible, Friedrich insiste en que dicha resignificación únicamente puede ser efectiva mediante un esfuerzo casi supra humano de parte del individuo, pues no solo es necesario entender la idea en términos intelectuales, sino que además requiere que el existente experimente el eterno retorno, como una suerte de aceptación total de lo que le ha acontecido en su vida y, sobre todo, respecto de la manera en que él mismo ha comprendido y asumido aquello que le ha sucedido.

Hacia 1885, esta idea pierde insistencia en su obra y recién es retomada en 1888 en Ecce Homo, una suerte de recuento de todas sus obras importantes. Por qué el filósofo no continúa en esta línea, no lo sabemos. Es probable que en algún momento la haya considerado una propuesta fronteriza con lo místico, cosa que explicaría sus intentos por buscar algún sustento científico desde la física teórica[2].

Entrando en materia y como lo habíamos anunciado, nos acercaremos al eterno retorno, usando como clave interpretativa una distinción nocional entre un tiempo cíclico cosmológico y un tiempo circular de carácter existencial, esto con el propósito de mostrar que Nietzsche NO entiende al tiempo cíclico como la columna vertebral del eterno retorno.

Dicha distinción será escuetamente planteada desde una perspectiva epistemológica, es decir a partir de la pregunta de cómo conocemos y, por tanto, cómo vivenciamos el tiempo.

Tiempo cíclico

La idea de un tiempo cíclico está presente en diversas culturas. Con toda seguridad, Nietzsche entra en contacto con ella a través de Heráclito, La Stoa y desde el conocimiento de las culturas orientales trasvasijado por las traducciones de Schopenhauer.

En el tiempo cíclico, el futuro es secuestrado por el pasado y pierde una de sus prerrogativas más seductoras, pierde la novedad, pues todo lo que va a pasar, lo que está por venir, ya ha sido alguna vez, el futuro de alguna forma está en el pasado, dicho de otro modo: el tiempo se futura como pasado y el pasado es la fuente del futuro.

Pero la novedad no es aniquilada por completo, siempre hay algo nuevo, no obstante esto ocurre dentro de ciclos que se repiten. El otoño es una novedad para el verano, pero se repite cada ciclo. Cada día es una novedad, pero se repite cada semana, cada mes, cada año. La ekpyrosis de Heráclito, la palingenesia estoica, el pachakuti del imperio del Tahuantinsuyo, son novedades, pero se repiten cada más o menos 500 años.

La vida de cada ser humano (tal vez cada viviente) bajo una concepción de tiempo cíclico probablemente es vivida como una novedad, pero una novedad encapsulada en el imperio de los ciclos. Y quizá el hecho de que los vivientes tienen su ciclo: nacer, madurar, envejecer y morir, el cual no pueden repetir, pero sí apreciar cómo en los otros se repite, confirma que nuestra vida puede ser experimentada como una constante novedad.

Un análisis del tiempo cíclico es una tarea compleja que excede a este escrito, pero nos da la impresión que es posible sostener que el ciclo está en relación al movimiento del universo, de la naturaleza, del cosmos, jamás, o únicamente de manera indirecta, de la vida de cada individuo.

El tiempo circular.

¿Cómo te sentirías si un día o una noche un demonio se deslizara furtivamente en la más solitaria de tus soledades y te dijera: “Esta vida, tal como la estás viviendo ahora y tal como la has vivido [hasta este momento], deberás vivirla otra vez y aún innumerables veces. Y no habrá en ella nunca nada nuevo, sino que cada dolor y cada placer, cada pensamiento y cada suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida deberá volver a ti, y todo en el mismo orden y la misma secuencia – e incluso también esta araña y esta luz de la luna entre los árboles, e incluso también este instante y yo mismo. ¡El eterno reloj de arena de la existencia se invertirá siempre de nuevo y tú con él, pequeña partícula de polvo!”?[3]

Friedrich, en el eterno retorno no alude al tiempo cíclico, no es una cosmología, es un ejercicio de imaginación que pretende transformar la manera de entender (episteme) y de valorar nuestra propia vida como fenómeno individual y cultural. No es un tiempo de ciclos, es un tiempo circular que afecta a la vida de cada quien: eres tú, a quien se le va a repetir la vida en idéntica secuencia, tu vida es un círculo, en el cual el pasado y el futuro en su constante repetición tributan su eternidad en el presente. El presente, más aún el instante es eterno, pues se constituye como el escenario que presencia la repetición. La doctrina del eterno retorno enseña a vivir el tiempo como un círculo en donde sólo existe el presente que  recibe el depósito de eternidad en el abrazo del principio (pasado) con el final (futuro).

En pocas palabras el tiempo circular es un tiempo existencial, que sólo es posible  experimentar desde la vida individual, por eso es un ejercicio de imaginación total, que engloba los sentimientos y la voluntad. Si usted es capaz de imaginar  que toda su vida se repetirá para siempre, entonces comprenderá la profundidad de Eterno retorno de lo idéntico. ¿Qué consecuencias tiene asumir un tiempo circular en la resignificación de la vida de cada uno? Creemos que para Nietzsche la respuesta está en la moral, y esto es lo que abordaremos en la segunda parte del escrito.

Referencias

[1] En sus apuntes de 1881, Nietzsche considera al eterno retorno como un recurso que permitiría la asimilación de errores fundamentales, de pasiones, humillaciones, debilidades. Un recurso capaz de aligerar todas nuestras cargas.

[2] De hecho, entra en contacto con la obra de termodinámica de Julius Robert von Mayer. Sus apuntes al respecto mencionan la famosa teoría que la medida de fuerza del universo no es infinita, en consecuencia, el número de situaciones, cambios, combinaciones es casi inconmensurable, pero no puede ser infinita, en algún momento tiene que repetirse. No obstante, como lo mencionaremos  aquí, ese no es el espíritu de la idea del eterno retorno.

[3][3] Nietzsche Friedrich. La Gaya Ciencia. Andrómeda 20004. Pág 187

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