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viernes, noviembre 22, 2024

El último pensamiento de Von Kleist

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La condición del hombre: su deseo de ser más que una marioneta, su incapacidad para ser un dios. Esto representa la visión final de Kleist de la vida humana. Por: Paranaländer

 

“el poeta preferiría transmitir los pensamientos sin utilizar palabras”

“A Ulrike von Kleist

A la señorita Ulrike von Kleist, Ilustrísima, Francfort s/Oder

No puedo morir -sereno y satisfecho como estoy con el mundo entero y, por encima de todo, con mi queridísima Ulrike- sin haberme reconciliado contigo. Permíteme que retire las severas palabras que contiene mi carta a los Kleist; realmente, tú has hecho por mí no ya lo máximo que pudo haber hecho una hermana, sino lo máximo que pudo hacer un ser humano para salvarme. Pero la verdad es que nada en el mundo podía ayudarme. Y ahora, adiós; que el cielo te depare una muerte aunque solo sea la mitad de feliz y serena que la mía: este es mi deseo más sincero y ferviente.

Tu Heinrich

Stimmings  bei Potsdam

En la mañana de mi muerte (21.XI.1811)”

 

De una lista de genios alemanes (Hölderlin, Novalis, Jean Paul, Moritz, Lichtenberg), el nombre de Heinrich von Kleist no debe olvidarse nunca. El 21 de noviembre Adolphine y él se suicidan de común acuerdo a orillas del lago Kleiner Wannsee, cerca de Potsdam: con dos disparos, mata primero a la amiga y luego se mata. Era el final apoteósico de una vida vertiginosa (34 años) e intensa en fracasos. Fracaso como militar, como periodista, como padre de familia, como escritor independiente, como nacionalista prusiano.

Fue ninguneado por el planeta dominante entonces. Goethe. Goethe arrojó un libro suyo al fuego, diciendo: “¡Qué maravillosa mezcla de razón y sinrazón! ¡Qué monstruo más infame! No voy a representar nunca esto, incluso si la mitad de Weimar lo requiera”.

En cambio, reconocieron la chispa genial en él: Weiland, que incluso lo hospedó un tiempo en su casa, Jean Paul (lo había mencionado en su “Introducción a la estética”, entre las obras de Novalis), Rahel Varnhagen (“lo amo y lo que hace. Él es verdadero y ve verdadero”), Karl Auguste Varnhagen (“En la casa Cohen vimos, en ese momento [1804], a Heinrich von Kleist, recomendado por Brockes y el Conde Alexander zur Lippe -un joven afable y alegre que se unió a nosotros de manera amistosa, pero que aún ocultó cuidadosamente que ya había actuado como poeta y que era el autor del drama “La familia Schroffenstein «), Grimm, Tieck, etc.

Opinando sobre un retrato que una vez le hicieron y que regaló a su prometida, vemos como se veía: “Hay una cierta expresión de burla en él que no me gusta. Me gustaría que el pintor me hubiera hecho una imagen más franca … Para complacerte, intenté sonreír, mientras me pintaba; y, tan poco que estaba dispuesto de otra manera. Sin embargo, lo logré cuando pensé en ti. . .Así seré siempre: quiero decir, es este aire de amistad que siempre tendré cuando. . .Oh Dios, sí, ¿CUÁNDO? «.

El ensayo “Teatro de marionetas”, una de sus grandes obras, habla de que toda belleza es espontánea; la conciencia del hombre lo priva de la gracia que posee una marioneta, ser sin conciencia. Pero el dios se une graciosamente a la marioneta porque él tiene conciencia infinita. La condición del hombre: su deseo de ser más que una marioneta, su incapacidad para ser un dios. Esto representa la visión final de Kleist de la vida humana.

 

Uno de sus relatos (La marquesa de O…) fue llevado al cine por Eric Rohmer:

https://zoowoman.website/wp/movies/la-marquesa-de-o/

 

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