15.7 C
Asunción
sábado, mayo 18, 2024

Triunfo del Crucificado

Más Leído

Paranaländer confronta el kurupí de Lispector (sabio, misterioso e indio) contra el de Roa Bastos (moralista, trágico y cristiano) teniendo en mientes la polémica Cadogan-Natalo.

 

Por: Paranaländer

 

Medio en broma, jugando nomás, Natalo había dicho alguna vez que Curuzú venía de Curupí, es más, la fiesta del Curuzú yegua, 3 de mayo, era en realidad la continuación velada y esotérica de esa fiesta pagana, india por otros medios eucarísticos. Cadogan, serio como un puritano escocés, le retrucó en un célebre artículo de Humboldt, año 1967.

Tal partición, lúdico-solemne, se repite en las dos versiones del Kurupi que comentaremos a continuación: el kurupi, trágico, moralista, de Roa Bastos (1959) y amable e infantil de Clarice Lispector (“Doce leyendas brasileras”, Editora Rocco, 2011).

“Curupira, el travieso

Este julio te contaré la extraña historia de un ser más extraño. Los indios lo llaman Curupira. Comienzo describiéndolo: es feo como el Tiñoso y peludo como un oso, pero pequeño. ¿Alguna vez has visto dientes verdes? Porque Curupira lo tiene. Sin mencionar las orejas afiladas. Él no es un cangrejo, pero sus pies están hacia atrás, como si fuera a caminar hacia atrás. Nadie sabe dónde está. ¿Siempre huyendo? Tal vez. Y de repente surge con una apariencia aterradora. Cuando se va no deja rastro en la tierra. Solo hay un susurro en el bosque; pueden tener razón: es él. Y más allá del susurro está el martilleo en el tronco de los árboles. Porque, sin que nadie lo envíe, los vigila para ver si pueden resistir tormentas y chubascos. Ser misterioso. Pues también es sabio: conoce, solo mirando, las plantas que curan las enfermedades de los animales. Porque protege a los animales de daños y cazadores. Y lo hace todo sin dejar marcas. Solo hay un aroma de bosque virgen que es suyo. Pero el travieso rara vez ayuda a las personas, este pequeño mocoso. A veces simpatiza con uno u otro cazador y luego lo invita a vivir en el bosque. Al igual que Sací-Pererê, también pide humo y, a cambio de lo que le dan, le enseña los secretos de la jungla.
También sabe cómo vengarse de los indios que, con flechas, hieren a un animal indefenso. Entonces Curupira lo atrae a caminos interminables y el cazador es engañado, mareado y perdido. Es cierto que le pide a un cazador que no mate a los animales del grupo, porque el grupo los extrañará. ¡Pero ay de nosotros si el indio no cede! No hay perdón de Curupira. Propaga el fuego y casi deja al indio bien cocido. Los cazadores temen a esta especie de monstruo gnomo y su venganza.
Todo lo que él pide sino le dan trae la mala suerte. ¡Dame humo !, dice Curupira al indio balsero. Y si él lo niega, la balsa se gira hacia el fondo de las aguas. Está relacionado con Sací-Pererê. Pero aunque le gusta divertirse con los demás, Curupira no juega. Por ejemplo: pobre del que ingresa al bosque de su hogar. La venganza no tarda. No se sabe explicar por qué es tan bueno con los animales. Y, cuando no está en guerra, vive muy bien en las lejanas profundidades del bosque”.

En Suma, el Curupí de Clarice Lispector es un gnomo vegetal protector de los animales, enigmático, amable, sabio, no tan juguetón como Martim Cererê, pero aun así ninguna sombra de lujuria se vislumbra en él.

El Curupí de Augusto Roa Bastos (incluido en la colección Madera Quemada, 1967) me recuerda a ese moralismo que asoma y molesta en el Balzac de “Cuentos droláticos” (sobre todo en la historia en que la doncella de Tilhouze es depredada por el señor Valesnes de 60 años). Trágico y moralista. Pero si nos atenemos a los elementos que movilizan en el relato, se reduce en su esqueleto a un enfoque seudo-mimético. La guerra vuelve a crear un espacio mágico, carnavalesco, insólito, un mundo de mujeres solas, abandonadas por sus esposos, al cual accede Melitón, curupí capanga del gobierno reclutador de carne de cañón para el Chaco. Repite, invirtiéndolo, el esquema de posguerra guasu. Aquí es la transgresión de las normas sociales (cada mujer es de su marido), allá era la idea de repoblar la patria mutilada de sus brazos laborales y generadores de nuevos y saludables hijos. Y, en el fondo, por fin, la idea madre: el triunfo del cristianismo sobre lo indígena, lo guarani. El curupí literalmente es metamorfoseado en el Crucificado (Indio vegetal vuelto cruz de sangre). Natalo vengado por reflejo irónico.

 

Más Artículos

Últimos Artículos