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martes, mayo 7, 2024

Una lectura testimonial de El jardín de las maquinas parlantes. Novena parte

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Derian Passaglia escribe la novena parte de su ensayo sobre la novela «El jardín de las maquinas parlantes» de Alberto Laiseca, esta vez comentando la cuestión de la telepatía.

Gala me hizo acordar del Manual de parapsicología de Levrero. Según la definición popular, la telepatía sería «transmisión de pensamiento», pero Levrero, un hechicero de la literatura, prefiere hablar de

la captación de un acto psíquico, ya que más que el pensamiento, o conjuntamente con él, se captan estados afectivos; se trata de una manifestación de psi-gamma en la cual se hace patente el contenido de la mente de otra persona, aunque no es seguro que exista una <<transmisión>>. Lo único por ahora accesible al investigador es la captación por parte de un sujeto (<<percipiente>>) de los actos psíquicos de otro (llamado agente, aunque su papel activo es discutible).

Así como lo define Levrero la telepatía pasa a ser obra exclusiva del receptor (al que podemos igualar con el lector), que resulta el verdadero agente de los actos telepáticos, ya que está en duda la participación del emisor/autor. En la telepatía levreriana, los pensamientos telepáticos están ligados a la percepción sensible, a una cuestión de fe, y la subjetividad se vuelve central en el desarrollo del proceso. Al no existir una “transmisión”, no tenemos un punto de partido, sino solamente el de llegada: se conoce solamente lo que el receptor/lector alega haber experimentado. Pero entonces podemos preguntarnos, juntos con el investigador, cómo saber si esos actos psíquicos vienen efectivamente de otros, o si por el contrario no interesa.

Si esa instancia en la que un pensamiento se traslada de una mente a la otra no interesa, lo que queda es un receptor/lector que experimenta, que solo recibe, que se abre a los significados del mundo interpretando cada uno de ellos como una señal que viene del exterior y que decodifica relacionándola con su persona. Algo del discurso del loco, del psicópata y del que escucha voces ronda la teoría levreriana de la telepatía. Lo más importante, y esta es la única certeza, está en relación al sujeto que percibe.

La telepatía es un recurso que en general sirve para las revelaciones, como en el caso de Dark City. El personaje que recibe pensamientos de otro descubre un hecho importante que hace avanzar la trama. La telepatía muestra lo que la realidad no muestra o ignora, y en ese sentido el discurso es sobrenatural. Una telepatía cotidiana podría estar buena para realizar acciones útiles que no impliquen levantarse de la cama, como por ejemplo pedir comida por delivery sin usar ni siquiera el teléfono. Ese caso parecería una parodia de la telepatía, pero no es más que su uso burdo llevado al extremo, su vulgarización en un mundo en el que la telepatía fuera normal, como lo es normal en El jardín de las máquinas parlantes. Pero ahí la telepatía no se usa para pedir comida, se usa para controlar a otros personajes, para manejarlos. Los “manijeados” los llama el narrador.

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