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martes, mayo 7, 2024

Diversión y felicidad en el idioma castellano

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Derian Passaglia escribe sobre el Quijote de Cervantes, el idioma castellano, la diversión y la felicidad en la literatura.

Hace unos días empecé una relectura del Quijote, en realidad, una primera lectura porque nunca pasé de las doscientas páginas. Lo intenté leer hace un par de años en el ebook, pero el formato de tablita a color mate del Kindle me terminó expulsando de la lectura. Necesitaba el libro, sentir el peso del lomo y las hojas, quería una edición que alguna vez perdí entre mudanzas y nunca volví a conseguir: la del Congreso de la Lengua del 2005 en Rosario. Ese libro me lo había traído el Niño Dios un diciembre caluroso.

El Quijote es un libro para reír en voz alta. El personaje es tonto y está loco, los lectores y el autor lo saben, los otros personajes también lo saben, el único que no lo sabe es el mismo Alonso Quijano, que se cambia el nombre para transformarse en un verdadero caballero: Don Quijote de la Mancha. ¿Es o se hace? La realidad de Don Quijote no coincide con la realidad que se muestra, es más amplia, y contiene muchas otras realidades. La del mundo de principios de siglo XVII es una, la que imagina Don Quijote como si viviera todavía en la Edad Media es otra.

Cervantes trata con ternura al Quijote, pero no con compasión. Las rameras y los posaderos se le ríen en la cara y él ni cuenta se da. El idioma castellano siempre fue ligero, divertido, con esa gracia que solo un centroamericano puede tener para bailar. En las literaturas de otros idiomas, en el inglés por ejemplo, todo es más grave, el tono es sentencioso y las situaciones representadas deben revelar una verdad profunda sobre la vida. Hay pocos escritores verdaderamente divertidos en inglés: Vonnegut, Shakespeare, tipos que entendieron la literatura como una forma de entretenimiento, el pasatiempo de una realidad chata y ordinaria.

Hay un poema de Sergio Raimondi en el que se establece una comparación entre el arte y la cultura de los griegos en relación a otros pueblos cercanos: influye el clima y el ambiente en las causas de la superioridad del arte griego. Su análisis irónico es materialista, y los versos están escritos tan ramplonamente como oraciones de un paper académico. Así debería plantearse la superioridad del idioma castellano con respecto al de otros lugares en hemisferios de otra parte del planeta: hace reír a las personas, entretiene y divierte, procura la felicidad, es proclive al embellecimiento del espíritu.

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