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jueves, mayo 2, 2024

Cine invertido

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Paranaländer explica su manera -original y disparada siempre- de ver el mundo recordando una escena primitiva cinematográfica: no se puso frente a la tela con el ticket pagado sino atrás y ka’ipe.

 

Por: Paranaländer

 

El cine invertido, mirar la tela sin pagar el ticket, sorprender de atrás a las sombras, mi primera experiencia del cine, allá por los 70’s, en Lambaré.

Un lote grande de calle a calle enfrente mismo de mi casa, calle Núñez de Balboa y cuarta, que después sería ocupado por una familia que no recuerdo el apellido ahora. Antes fue un mandarinaty, como entonces era todo Lambaré.

Sospecho que la peli primera fue Cantinflas o algo así (quizá aquí haya una trasposición de un cuento de Gabo).

Segunda experiencia cinematográfica: peli en 16 mm., propaganda evangélica del pastor militar don Roberto. Aún vive, según mi última visita al barrio.

Recuerdo las nubes redentoras, sepias, luminosas, nubes que volverán a aparecer pero en blanco y negro luego en…” Viñas de ira” (1940), con esa fotografía sublime de Gregg Tolland.

Tercera experiencia: caminata con mi hermano hasta Eusebio Ayala para asistir “Django” (1966, con Franco Nero), en cine España, hoy vuelto iglesia evangélica o universal.

Volvamos a la primera experiencia cinematográfica: no tan precoz en mi caso, no supero a Cabrera Infante, que fue a ver su primera peli en la panza de su madre. Mi caso, igual, es más interesante: no fui al cine, el cine invadió mi cotidianidad, mi barrio, con su carromato ambulante. Armele ha hecho todo un documental de estos invasores.

Nos acomodábamos sobre la murallita del frente y a robar sombras invertidas. Miento, la primera experiencia en realidad del cine que tuve es sonora, esas voces, dobladas, en un español que pretendía una neutralidad, sin embargo, no podía reprimir su acento mexicano, colombiano quizás.

Cine invertido absorbido por los oídos. Recepción absolutamente creativa, estética, poética. Las imágenes llegaban, cuando vencían los ruidos de la calle, destripadas, y los sonidos hipnóticos por su tonalidad exótica.

Pienso hoy, ya lejos de este patio ilusorio, platónico, que de aquí nace seguro mi manera de ver las cosas, de tomar el mundo, percibir los sentidos. De esta primera mirada desenfocada, invertida, contrabandeada, mau, falsificada, de una realidad de por sí falsa.

Todas las cosas las sopesó con esta mirada que ve a contraluz las sombras del mundo.

Nunca aprendí a mirar de frente a las sombras. Jamás tête à tête las mentiras.

Ese cambio de perspectiva para encarar el universo entonces es original en mí. Original aprendido. Siempre lo repito, la forma más artística de estar en el mundo es la posición del pobre: suple todas sus carencias -no poder pagar el ticket para asistir Cantinflas- con la invención y el agenciamiento de estrategias unas más geniales y oportunas que otras.

Si ahora sucumbiera a una siesta en medio de este bochorno infernal de verano parawayensis, soñaría con esas noches de cine invertido, servidas a lo pobre, de los años idos de los 70’s.

Como dice Iain Sinclair, el pasado es una ficción sin fin que nos vampiriza. Una película vista invertida que el resto de nuestras miserables vidas intentamos reconstruir, reenfocar, poner de pie, pujando por rescribir el pasado de dios, Cantinflas y Django recombinados por mi yo fantasmal que ondea entre las sombras.

 

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