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miércoles, mayo 8, 2024

Defensa del pedo

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Paranaländer se pea de risa ante las páginas de la defensa escatológica de Martí y Zaragoza, reductio ad absurdum brutal de un género pomposo y pedante.

 

Por: Paranaländer.

 

“Defensa del pedo” es una traducción de D. Roque Valero Oquendo que se imprimió en 1766 en Sevilla. Pro crepitu ventris, Madrid, 1737, es el original en latín de Manuel Martí y Zaragoza (1663-1737).

“El Pedo tiene tan antiguo origen como el hombre. En las Ranas de Aristófanes, los personajes nada sabían más que el peer y aún cagarse en los amigos.

Aristófanes en su Pluto le da al pedo por hijo de las poleadas o puches: ‘Yo ya también he sorbido del puche. ¡Qué lindamente que he peído de mi buche tan repleto!’ Y si hemos de dar crédito al poeta Camaleón Póntico, le llamaremos hijo del haba. Telémaco el de Acarnas, al mismo fin de soltar cuescos con facilidad, las comía los más del tiempo. Difilo Sifnio el médico hace ese honor a los nabos. Zenón, el jefe de los Estoicos, por hijo de altramuces. Y así, no contento con haber puesto la ley de la libertad en el peer, los comía frecuentemente para dar el primero y más eficaz ejemplo. Porque oíd: eso que cuentan y objetan algunos del pedo polentario o de las puches que Plauto ignominiosamente hizo soltadizo en el teatro al tiempo de representar su comedia del Gurgulión. Catulo, graciosísimo bufón y el mayor apodador, puesto que con aquella tan delgadísima vista que tuvo pudo ver el subtil y leve pedo de Libón. Estrepsíades el de Aristófanes, su camarada e íntimo amigo, dice (in Nubibus):

Engulle y las tripas suenan luego. / Después el estallido grande sigue, / diciendo claro pappax poco a poco. / Papappax después dice algo más claro. /Y al cagar vase el resto papapappax.

El más risueño de los hombres, Demócrito, llegó a ser destrísimo en esta arte de los pedos. Como cierto día a Metrocles, hermano de Hiparquía y discípulo de Teofrasto, meditando, se le fue sin saber cómo un pedo, de tal modo se corrió, que de puro triste se estuvo encerrado en casa, determinado a perecer de hambre. Súpolo Crates, y comiendo antes altramuces en gran cantidad con particular estudio, se fue derecho a buscarle, y enterado de dónde estaba, procuró primero con buenas razones consolarle, diciéndole que se debía tener por caso y cosa portentosa el no permitir a la naturaleza regoldar o (como dicen) ventosear por abajo. Y, por último, soltando entonces sus pedos, le persuadió con el ejemplo y le hizo así gran servicio, porque le consoló. Desde aquel día se puso a discípulo de Crates y en filosofía hizo muchos progresos.

En los libros de Civitate del Obispo de Hipona, Agustino [“La ciudad de Dios” de San Agustín] lo compara con la música: “Que hay hombres que tiran tantos pedos sin hedor cuando quieren que parece que guardan música”.

De la tórtola refiere Aristóteles que cuando canta o arrulla, suelta pedos en abundancia, porque con ellos lleva el compás de su canto. Y de ahí si no me engaño viene aquel proverbio de la tórtola canta, a los que se peían. Nicarco dice que es el pedo en su modo melodía. Nicarco, poeta epigramista griego del siglo I: ‘El pedo que no encuentra salida, a menudo mata; a menudo también salva, lanzando su melodía entrecortada. Por tanto, si el pedo salva y por otro lado mata, tiene el mismo poder de los reyes’. (Antología Griega, volumen IV, libro 11, epigrama 395). Telémaco de Acarnas con puchero de habas sostenía y pasaba su vida sin otra mira más que para celebrar con pedos la Fiesta de las habas que anualmente se tenía en Atenas. Bien lo experimentó la vejezuela que Aristófanes trae en su Pluto, pues de ella dice: ‘El miedo pedos, como hiel, la daba’. Y también el otro que cuenta Luciano (In Lexiphane) como ‘De puro miedo tullos desprendía’. De Arato de Sición trae Plutarco en su vida que quiso más el Pedo separarse de con él, notando su compunción y temblor al tiempo crítico de haber de dar un choque, que sufrir menoscabo en su reputación. El mismo dios Príapo, se amedrentó de ver unas hechiceras. Y así lo explica Horacio: ‘Peyó el Dios cual vejiga que revienta’.

Séneca en la Apocolocintósis: ‘sus últimas palabras antes de morir fueron dando un fuerte estallido por la parte que más fácilmente hablaba y todo lo dejó cagado’. Y así Zenón [de Citio], el de Chipre, autor de los estoicos, y que proveyó aquello de que los Pedos debían ser tan libres como los regüeldos, llegó a 72 años sin pasar enfermedades, y que habría vivido mucho más, si no se hubiera sofocado después que de una caída llevó un gran porrazo. También murió anciano Crates Cínico [Crates de Tebas], el que consolaba a Metrocles el filósofo con sus pedos. También el mismo Metrocles hermano de Hiparquía, el que cuando cantaba charlaba juntamente por la parte trasera, según refiere Laercio [Diógenes Laercio], se sofocó y murió de puro viejo. Símmaco, del que Marcial dice: ‘Yo mucho más quisiera te peyeses, pues Símmaco lo ha por provechoso, y a la risa nos mueve por jocoso’. También tendréis presente aquel dicho antiguo de Nicarco: ‘Peer y salud’. Cicerón, padre y autor de la elocuencia romana, llamó a la libertad en el hablar, vergüenza; y que a él y a Zenón les agradó, él mismo lo asegura. Fue instituto de los estoicos llamar a las cosas por su propio nombre, y así tenían por axioma ‘El filósofo hable con libertad’. Ellos decían que nada hay obsceno, y nada vergonzoso de nombrar. Están, pues, furiosos y bobean esos antipedistas (o enemigos del Pedo) que se tiran antes a hablar con rebozo y paliado que propia y claramente.

Varios varones ilustres e insignes en la memoria de la posteridad están que tomaron su nombre del Pedo como de nobilísima prosapia. De estos es la muy antigua y muy esclarecida familia de los Pedones. De ella fue Pedón Alvinovano, Pedanio Costa, Pedanio segundo, Asconio Pedani, Pedio el consular, Pedio Bleso y Pedio, por sobrenombre Quinto. L. Peduceo, Sex. Peduceo, M. Joventio Pedo. M. Creperejo. También otros pueblos y ciudades se valieron de él y tomaron su nombre. También las hierbas y fustas como la que llaman pedo de gato, porque manoseadas sus hojas huelen como a pedo de gato. También el Onopordo, o pedo de asno, llamada así porque dicen que comida por el borrico suelta sus pedos”.

 

 

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