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jueves, mayo 16, 2024

Yo estoy vivo y ustedes están muertos

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Carrère mezcla la ficción y lo real de una forma nueva, hasta el punto en que es imposible disociar una de otra, ya no se sabe qué es ficción y qué realidad en sus libros. Por: Derian Passaglia

Ando leyendo la biografía de Carrère sobre Philip Dick, o quizá debería decir la biografía de Philip Dick escrita por Emmanuel Carrère, traducida en España como Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos (1993), que a nosotros, como latinoamericanos, nos suena horrible, pero no queda otra para los que no sabemos francés ni inglés que resignarnos a esa lengua castellana extranjera. La lengua castellana del futuro es latina, no española. Yo estoy vivo y ustedes están muertos sería una traducción mejor, si acá tuviéramos plata para traducir libros increíbles como este.

Siempre me olvido que Carrère es un genio, y cada vez que agarro un libro suyo me vuelvo a sorprender. Y esto es lo que siempre también me hace preguntarme: ¿inventó Emmanuel Carrère un género? Según una entrevista, él lo llama “estilo”. Se trata de un “estilo” que está más o menos de moda hoy, pero que Carrère viene escribiendo desde los noventa, cuando publicó este libro, y que profundizó después con El adversario y Limonov.

Es así: Carrère mezcla la ficción y lo real de una forma nueva, hasta el punto en que es imposible disociar una de otra, ya no se sabe qué es ficción y qué realidad en sus libros, de manera que esa mezcla produce otra cosa, una tercera cosa, distinta a la ficción y distinta a lo real.

De hecho, resulta difícil llamarle “biografía” a este libro cuando se lo lee, porque Carrère se mete no solo en las situaciones íntimas que sería imposible que conozca de primera mano, como un diálogo de pelea matrimonial, sino también que reproduce pensamientos de Dick, como uno de esos viejos narradores que lo saben todo. La biografía tiene un subtítulo: “un viaje por la mente de Philip Dick”, y esa descripción se ajusta a la forma en que Carrère lleva al lector a conocer la psicología contradictoria y fascinante de Dick, antes que su vida misma. Hay un efecto de thriller psicológico sutil, apenas revelado, que Carrère maneja como si fuera el mismísimo Hitchcock filmando Psicosis.

Philip Dick es uno de los mejores escritores del siglo pasado, y es también un personaje increíble. Tímido, agorafóbico, “monógamo compulsivo” (tuvo cuatro matrimonios), paranoico, experimentador de drogas como LSD (por no decir drogadicto), converso al catolicismo, vivió en el centro neurálgico de una época que Carrère usa para explicarnos como seres humanos: la década del cincuenta y sesenta en la costa oeste de los Estados Unidos, hippismo, beatniks, comunismo y persecusión, guerra de Vietnam mediante.

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