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sábado, mayo 18, 2024

Revista del Ateneo Paraguayo 60’s

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Paranaländer queda shockeado al comprobar que la célebre monografía Avaporu de Chase Sardi (1924-2001) haya sido publicada en la Revista del Ateneo Paraguayo, entonces (1964) más bien un órgano de la intelectualidad humanista-cristianoide-anti-comunista nativa.

 

Estoy hojeando la Revista del Ateneo Paraguayo N° 3 (Octubre de 1964). El director: Adriano Irala Burgos, el secretario de redacción: Cristóbal Ortíz Lovera, consejo de redacción: Lorenzo Livieres Banks, Laureano García Pelayo y Gerardo García Céspedes.

Además de la obsesión de los dobles apellidos en el staff  de la revista, llaman nuestra atención los tres anuncios publicitarios encantadores (detrás de la portada, semitapada por una solapa administrativa) con que nos recibe la revista no bien la abrimos: “Yunque. La ferretería que usted conoce”. “Casa Viladesau SRL. Pianos Challen. Ediciones Ricordi, Julio Korn, Williams, Fernata”.”Farmacia Catedral”.

La tapa-contratapa está cubierta por una obra de Edith Jiménez (al parecer también una xilografía como sí se indica que lo es la que ilustra el poema de Appleyard).

Antes del poema, uno se topeta con un breve -entiendo que- editorial sin firma titulado redundantemente “La Persona Humana”. Resumiendo burdamente, se trata de un escrito paranoicamente anti-marxista y, obvio, con su retintín cristiano. “El Estado, que según Marx, va a llegar a la categoría de artículo de museo, en manos del proletariado en evolución, crece desmesuradamente y arrasa con todo lo que se opone a la dialéctica, en primer lugar (falta una coma aquí) con las persona humana”. No entiendo la verdad este énfasis: que yo sepa nadie vio nunca una persona mineral ni animal ni vegetal en su breve vida.

“Hombre y lluvia” se llama el poema firmado por José-Luis Appleyard. Poema semi alegórico que repite tres veces la palabra clave “desnivel” que va cayendo o creciendo como la lluvia que se apodera de todo al final, hasta el mismo hombre, un nosotros suponemos humanista-cristiano-sufriente, es lluvia, y caída y desnivel y “abrazo/ de barro y de miseria de este suelo”.

Nos enteramos con nostalgia y envidia de la existencia de unas veladas de arte conocidas como “Jueves del Ateneo” organizadas por Luis Alberto Vierci (Hoy nambré no existe nada parecido). Hay dos fotos en blanco y negro que lo atestiguan y corroboran. El salón de actos es pequeño pero se ve que está lleno.

“Comprender, fenómeno más allá de la lógica”, es un artículo de Laureano Pelayo García. Para mí es totalmente oscurantista anteponiendo a la lógica (de un Hegel por ej.) un fideísmo que idolatra el misterio  y acaso lo irracional. Su excusa se debe al “riesgo del pensamiento filosófico en nuestros días”. Que el logos o concepto no alcanza a una comprensión es su tesis. Guiado por un vago espiritualismo, no en balde cita a Simmel, un sociólogo antes que filósofo sistemático que encandiló a una generación vitalo-irracionalista de los años 30 en Europa. Su touch de humanismo existencialista cristiano acuña el término “comprensión” como gadget más útil y penetrante que la razón lógica heí el tipo. Concluye con este ukase: “Que la filosofía no puede contentarse con este instrumento para la solución de sus problemas. Que hay posiciones y actitudes más profundas y más auténticas”. Mamita! El texto anti-logicista tiene el anuncio publicitario de “Rumbos SA de seguros” como “viñeta” de cierre categorial.

Francisco Cipolla Maggiore condena al rincón de mal cine a la célebre peli de Cecil B. de Mille en su artículo “‘Los diez Mandamientos’ o el cine malo”. Remata su delirio con gran arte del disparate: “Por eso, este film difícilmente puede ser catalogado como religioso. Es más, difícilmente ha de perdurar en el recuerdo, salvo como muestra de inútil derroche de doce millones de dólares”.

Sigue otro texto “A propósito de un drama de Ugo Betti” de Noemí Ferrari de Nagy, que me salté.

Pero la perla de este número -más bien dominado de una graciosa infiltración cristiano anti-comunista-, es el famoso trabajo de Miguel Chase Sardi titulado “Avaporú” (dedicado a su maestro León Cadogan). Se trata de unas “ligeras y incompletas notas bibliográficas” sobre el ritual antropofágico guaraní, que Chase justifica necesaria para “aclarar la deformada visión que de nuestros antepasados los guaraní tienen la mayoría de los paraguayos”. Son casi 50 páginas con abundante bibliografía de respaldo y fascinantes grabados (extraídos de libros de Staden y Léry).

 

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