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lunes, abril 29, 2024

El oro y el moro, la extranjera y la hechicera

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En esa estructura, binaria también si se quiere, pero maquillada por la multiculturalidad veneciana de la época, Shakespeare pone a funcionar el contenido, es decir, las pasiones. Por: Derian Passaglia

¿Es negro Otelo? ¿Es de piel morena? ¿Es decididamente oscuro? En ninguna parte de la obra de Shakespeare se hace mención a la piel de Otelo, lo único que sabe el lector, y el que debe interpretar la obra para llevarla a escena, es que Otelo es un moro. Yago, el villano de la tragedia, dice que Otelo es “el de los labios gruesos”, como si esa descripción nos diera también una imagen del personaje. Sabemos, además, que Otelo es salvaje, Otelo no pertenece a la sociedad veneciana, Otelo finalmente no es de confiar, porque se casó secretamente con Desdémona, que pertenece a las mejores y más respetadas familias de Venecia.

La estructura de la obra pone a funcionar un personaje que es diferente al resto, un personaje que no tiene la misma lógica que el resto, porque no pertenece a esa sociedad. Otelo, antes que cualquier característica humana, lleva asociado en sí mismo una característica formal: es diferente. La Medea de Eurípides también es un personaje que se revela diferente, que establece una oposición a través de su condición humana. Después de casarse de manera dudosa con Jasón, viaja a su tierra, donde la ven con desconfianza. Su diferencia se establece por triplicado: Medea es mujer, es extranjera y es hechicera, usa “sabias palabras” para rebatir los argumentos a Jasón. La odian, pero porque el pueblo le tiene miedo.

Un personaje diferente, en una sociedad igual a sí misma, puede desencadenar la máquina narrativa, convertirse en la forma en que el relato avanza. Como el lector sabe que Otelo es un moro, sabe que es diferente, que no tendrá las características de Yago o de Rodrigo, los personajes que quieren destruir a Otelo. En esa estructura, binaria también si se quiere, pero maquillada por la multiculturalidad veneciana de la época, Shakespeare pone a funcionar el contenido, es decir, las pasiones. En Medea, la traición de Jasón se resuelve con la muerte: Medea mata a los hijos que tuvo con Jasón a través de un manto envenenado que les regala. Las pasiones no son tan importantes en la tragedia griega, pero en Otelo resuelven la trama.

Otelo tiene celos, es reconocido como el personaje de Shakespeare que encarna este sentimiento. Yago le come la cabeza a Otelo: le quiere hacer creer que Desdémona lo engaña, porque claro, si Desdémona pudo engañar a su padre para casarse secretamente con él, ¿por qué no haría lo mismo con Otelo? Las sospechas, la paranoia, la “serpiente psíquica” como le llama Bad Bunny, destruyen la confianza infundada de Otelo en Desdémona: está creído que ella lo engaña, cuando en realidad ella lo ama sin condición, con toda la generosidad de su ser. Los celos, como la condición de moro, hacen la diferencia en Otelo.

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