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viernes, mayo 17, 2024

Urmuz, el pellizcador de cadáveres

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Paranaländer va hasta Bucarest (Rumania) tras la pista del escritor vanguardista Urmuz (1883-1923), quien desde su suicidio es considerado un precursor de Tzara e Ionesco.

 

Urmuz nació el 17 de marzo de 1883, el mayor de siete hijos de un médico provincial, Demetru Ionescu-Buzau. Por alguna extraña razón le dieron un nombre: Demetru Dem. Demetrescu-Buzau; de ahí la determinación de Tudor Arghezi de limitarlo a un seudónimo más razonable. Arghezi hizo cuatro frenéticos intentos de persuadir a D.D.D-B para que fuera rebautizado como Urmuz (Urmuz significa tanto una “baya de nieve” como una “cuenta de vidrio”), hasta que al final el funcionario, de mala gana, aceptó su nueva identidad.

Sus padres lo llevaron a París durante un año (1888), luego regresó a Rumania y pronto se convirtió, en la escuela, en el terror de directores y profesores a través de su inagotable repertorio de travesuras, bromas pesadas y provocaciones desafiantes a la autoridad. Cediendo a la presión de sus padres, comenzó a estudiar medicina, pero pronto lo abandonó porque, según dijo, los cadáveres que diseccionaba se negaban a hablar. «Todos los días seguía pellizcándolos, pero ninguno reaccionaba». Luego estudió derecho, además de contrapunto y composición, y pasó los últimos dieciocho años de su solitaria vida como oscuro juez de condado en pequeños pueblos y aldeas opresivos hasta que regresó, en 1915, a la capital como diligente secretario del Tribunal Superior. Tres de sus cuentos, El embudo y Stamate, Ismail y Turnavitu y Después de la tormenta, fueron publicados casi a la fuerza por Arghezi sólo unos meses antes de que Urmuz se suicidara el 23 de noviembre de 1923. Siete años más tarde, el valiente periódico de vanguardia Unu, editado por el poeta Sasa Pada, publicó una edición limitada de los escritos de Urmuz como «cenizas de estrellas».

El informe policial sobre el suicidio de Urmuz reza:

“Hoy, 23 de noviembre de 1923, W, N. Dezideratul, comisario de policía de la 3.ª División, en las afueras de Bucarest. El policía de turno no. 738, llamado Gheorghe Rosu, vino a informar que en la avenida Kiseleff, detrás del restaurante «Buffet», yacía en un matorral un hombre que había sido baleado. Inmediatamente nos dirigimos a ese lugar y aquí detrás del «Buffet» en un arbusto cerca de la avenida Jianu esquina con la calle Dumitru Ghika efectivamente encontramos a un individuo tirado en el suelo boca arriba muerto de un disparo en la sien derecha mientras en su mano derecha sostenía un revólver marcado S.M.T. vestido con traje gris y abrigo también gris con rayas, zapatos negros y sombrero marrón al ser registrado se encontraron en sus bolsillos varias notas, cartas y un carné de socio no. 10436 de la Asociación de Funcionarios Públicos con el nombre de D. Demetrescu-Buzdu, asistente del secretario del Tribunal Superior, así como 943 (novecientos cuarenta y tres) lei en un bolso negro, además se le encontró un reloj de oro sin tapa y dos llaves”.

La única hermana superviviente de Urmuz, Mme. Eliza Vorvoreanu, ha escrito algunas reminiscencias y comentarios de valor inestimable (Spicuiri — «Gleanings», 1967). “Urmuz debe haber heredado su humor de su abuelo materno, el sacerdote Filip Paşcan, un ilustrado, espiritual, fino erudito ironista, en cuya casa – de vez en cuando – quizás también entraba Caragiale, amigo de uno de sus hijos, ingeniero Petre Paşcan”. A diferencia de la mayoría de los críticos literarios que insisten en la disposición morbosa del autor, ella cree que ninguno de sus personajes grotescos lo persiguió jamás. A Urmuz, dice, siempre le llamó la atención el valor sonoro de ciertas palabras y la imprevisibilidad de la mayoría de las acciones humanas. Hubo un drama, y éste fue causado por la monotonía diaria de copiar un interminable documento legal tras otro, siendo su única escapatoria que a veces intercalaba la triste fraseología con atormentados pentagramas musicales. Incapaz de seguir soportando su fracaso como músico creativo, puso fin abruptamente a su vida.

Su trabajo como compositor insatisfecho– sigue envuelto en un velo de misterio. En primer lugar, la identidad del personaje principal de “La Fucsiada”: realmente lo conocíamos. Se trataba de Theodor Fuchs (1880-1953), pianista de la Corte Real, amigo íntimo de la reina poeta Carmen Sylva y acompañante favorito de Enesco, quien lo llamaría, cariñosamente, «Fuchserl». Escribió sinfonías, conciertos, sonatas, canciones sobre poemas de Carmen Sylva y finalmente estuvo encarcelado durante años en cines de mala muerte, acompañando la era del cine mudo. Siempre parecía algo virginal y patético y Urmuz, que nunca faltaba a un concierto, debía haber sido sorprendido por la apariencia inocente y torpe del músico. En cuanto a las composiciones a las que se alude en la misma «epopeya», corresponden a obras reales publicadas de compositores contemporáneos: Acteon de Alfred Alessandrescu y Polyeucte de Constantin Nottara. Desafortunadamente, todas las composiciones de Urmuz (confiadas a un amigo, el Dr. Traian Popescu, que murió antes de la guerra) han desaparecido, excepto algunos compases de una Sonata.

“Fucsiada (poema heroico-erótico y musical, en prosa)” tiene un inicio mureniano -recuerda al nacimiento de la madre de Dagoberto en “Filosofía” (1976), que nació ya otogenaria. Aquí “Fucs, al nacer, ha preferido salir por una de las orejas de su abuela, ya que su madre no tenía oído musical alguno”. Su “infancia” tiene algo de “Vida y muerte de una idea” de Sigismund Krzyzanowski: “Idea cayó de la pluma,saltó de las palabras y se enredó con las letras”. En Urmuz: “ahí tomó forma de acorde perfecto”. Después aparece un toque perverso a lo Batalle: en el fanchute el sexo atacaba al ojo, aquí, en consonania musical, atacará el oído de Venus.

Eugen Ionesco en 1966 dice: “Urmuz se halla entre los precursores de la rebelión literaria universal”.

Geo Bogza, en la revista Unu (Bucarest, 1930) proclama: “Urmuz es el primero en dar un salto hacia un planeta nuevo”.

Antecesor del dadaísmo lo llama Darie Nováceanu.

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