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sábado, abril 27, 2024

Debes cambiar tu vida

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La vida está en otra parte, la vida verdadera, según Rimbaud. Algunos transforman el lema de Rimbaud en un esquema Ponzi: hay que hacer ejercicio, comer mejor. Esta nota revela el secreto del universo: cómo cambiar de vida. Por: Derian Passaglia

En un viejo texto cuyo título no recuerdo, y que no está publicado en en libro o es difícil de encontrar (aunque circula una versión escaneada por ahí), el escritor César Aira dice que todos quisimos ser Rimbaud alguna vez, es decir, todos quisimos alguna vez dejar de escribir y tomarlos el palo al África para traficar esclavos. La idea de Aira sobre el mito de Rimbaud se vuelve un motivo personal: ¿quién no ha fantaseado, alguna vez, ser otro, cambiar de vida? ¿Dejar de ser lo que es y volverse striper en un club nocturno, o jugador de fútbol multimillonario que vacaciona en en los mares de Italia arriba de su yate de lujo? Como es el mejor escritor latinoamericano vivo, César Aira pudo convertir el mito en novela, y en muchas de sus novelas un tal César Aira es un científico loco o un tipo normal, común y corriente, que jamás escribió novelas.

Hay un hermoso libro del francés Yves Bonnefoy, Rimbaud por sí mismo, donde ensaya una posible biografía de Rimbaud producida únicamente con frases y versos de sus poemas, como si todo lo que fue Rimbaud pudiera ir a buscarse en la ficción. La poesía de Rimbaud no es autobiográfica, en el sentido en que se entiende la poesía autobiográfica hoy, como la mala lírica y el llanto por un perro muerto o un padre golpeador, y así y todo Bonnefoy se las arregla para construir un Rimbaud imaginario, posible, leyendo a través de los simbolismos y las metáforas. Según Bonnefoy, existe en Rimbaud una “verdadera vida”, que está más allá de la que se vive, que está oculta detrás de los sentidos, y por eso hay que desordenarlos, como propone Rimbaud en su famoso soneto. La obra de Rimbaud va más allá de la literatura, es quizá de las pocas que exceden la literatura, como son las mejores obras: la pregunta de Rimbaud es por la vida, y como dice Bonnefoy: “pocos escritores como él han estado tan apasionados por conocerse, por definirse, por querer transformarse y volverse otro hombre mediante el conocimiento de sí”.

Se trata de un pensamiento común, un lugar común: queremos cambiar nuestra vida, llena de miseria y profundamente arraigada a las mismas cosas de siempre, a la costumbre, por una vida llena de peligro y aventuras, o quizá volvernos millonarios ganando la lotería, o fantaseamos que si hubiéramos nacido con el género opuesto tendríamos más libertades o seríamos de una forma completamente distinta. Cambiar nuestra vida es una ilusión, y de la única manera en que no nos está vedada esa gracia es a través de la imaginación, una imaginación que solo unos pocos, o que solo Rimbaud, pudo hacer real. Entonces, ¿cómo pasar de la imaginación al acto? Los influencers que consumimos, como pequeños Rimbaud de una doctrina new age, nos dicen que debemos hacer ejercicio, ayuno intermitente, pensar que uno ya es millonario, manifestarlo, para volverlo real. El esquema ponzi llegó al mito de Rimbaud, y para cambiar la vida hay que monetizarla, convertirse en coach con discursos prescriptivos que no hacen más que engañar las conciencias.

¿Cómo cambio mi vida? ¿Cómo cambio mi vida, entonces? Pensar en algo, imaginarlo, es ya volverlo real, como esas nuevas subjetividades y peinados raros nuevos. La imaginación transforma la realidad, y puede cambiar la vida: no una, dos o tres veces, sino infinitas vidas pueden vivirse, a la manera airana quizá, en una multiplicidad esquizofrénica que solo podrá parar la muerte. Para las vidas posibles no hay otro límite más que el material, más que el financiero, y justamente los influencers se apropian de estas nuevas vidas posibles a través del discurso. La palabra permite cambiar de vida, la palabra del Señor o la palabra de un bro que desayuna seis huevos a las cuatro de la mañana, y por eso escribo.

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