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viernes, noviembre 22, 2024

En la confitería del Gas, de César Aira

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El mito personal del escritor César Aira cuenta que escribe todos los días una página, a media mañana, en bares del barrio de Flores. Sentado en silencio, solo, con su cuaderno y su pluma, piensa mucho las frases antes de escribirlas.

Por: Derian Passaglia

Puedo equivocarme, dado el carácter frenético de publicación, pero según cálculos manuales y extraños hechos con los dedos, César Aira lleva publicados cuatro libros en 2021: Catálogo descriptivo de la obra de Emeterio Cerro (Blatt&Ríos), Haikus (Mansalva, en realidad una edición ilustrada de una obra de 1998), Komodo (Ediciones Kalos, relato del que se imprimieron nada más que 57 ejemplares) y En la confitería del Gas (LUX, yo tengo el ejemplar 87 de 250).

Como dicen los críticos de cine en piloto automático, En la confitería del Gas muestra un Aira crepuscular. El nombre propio de la confitería me llamó la atención y me obligó a googlearlo. Se trata de un bar clásico porteño que funcionó desde 1850 hasta 1960 en distintos edificios. Uno de los atractivos de la Ciudad de Buenos Aires, precisamente, es su oferta gastronómica, y en particular los bares de viejos, nostálgicos, de tiempo encapsulado, que recuerdan formas de vidas extintas.

El mito personal del escritor César Aira cuenta que escribe todos los días una página, a media mañana, en bares del barrio de Flores. Sentado en silencio, solo, con su cuaderno y su pluma, piensa mucho las frases antes de escribirlas. Su esfuerzo esconde una razón: antes que él está Borges, que impone un nivel superior en la literatura argentina. Por eso, dice Aira, quiere escribir lindo. Como la de Osvaldo Lamborghini, su maestro, la de Aira es una literatura de frases.

En la confitería del Gas es un cuento que narra con nostalgia (la última palabra escrita es esa, “nostalgia”) la historia de una época que ya no existe, entre “señoras de sombrero, caballeros de levita, copetines, visillos”, y que Aira tampoco vivió, pero que le sirve para descontextualizar sus propias ideas teóricas sobre la literatura. El protagonista es un “famoso escritor consagrado” que frustra las expectativas del lector, porque nunca se dirá su nombre. ¿Qué escritor frecuentó la Confitería del Gas en su historia? Google tampoco resuelve la incógnita de los reales seguidores del realismo, y entonces las sospechas recaen sobre el propio Aira, que proyecta en su personaje principal ideas y sentimientos propios a través de una narración de fachada proustiana.

Aristocrática, elegante y distinguida, la Confitería del Gas es el espacio donde se encuentra la alta cultura una tarde de domingo. Es una lástima que el relato sea solo un cuento de pocas páginas, porque la descripción, método privilegiado de Aira, era la forma ideal para un tema de convención realista: salones de modales parisinos en un país latinoamericano del tercer mundo, en pleno siglo XIX.

El escritor consagrado está sentado en una mesa con otro principiante, que le habla motivado por tener a una eminencia de las letras enfrente. Mientras tanto, el escritor consagrado se aburre, o divaga sobre sus propios pensamientos por una situación que entiende tan común. El joven escritor es un joven escritor como todos los jóvenes escritores: inexperto, atolondrado, parece jactarse de sentirse incomprendido. Los lectores ideales de En la confitería del Gas necesariamente deben ser jóvenes escritores ante un Aira que parece dejar su legado.

El escritor famoso tiene una revelación. Toda su vida fue Literatura, no hubo otra cosa en su existencia. En un juego de espejos, el escritor consagrado mira su juventud pasada en la del escritor inexperto, y el escritor inexperto a su vez lee al consagrado. La nostalgia de la juventud y de lo perdido es un símbolo que se encarna en la figura del joven escritor, repleto de ansiedades.

Entonces el escritor famoso cambia el signo del sentido común, ese que supone que para escribir se necesita experiencia. La única experiencia posible está en la Literatura (el narrador escribe la palabra con mayúsculas), y por eso el joven escritor aventaja al viejo: está en una posición inmejorable para escribir desde el desconocimiento, desde la no experiencia, desde la pura Literatura: “No la experiencia de la vida, que no la tiene por el simple hecho de que todavía no ha vivido. En todo caso la tendría si fuera pobre, pero el joven lector nunca es de familia realmente pobre. En ese momento mágico, todo Literatura y nada de experiencia, es cuando se produce el milagro de la obra maestra nueva”. La novedad literaria solo puede producirse cuando se crea desde un vacío que no remite a ninguna referencia de la vida, en la conjunción (palabra borgeana) de la vida y la literatura, la juventud y la inexperiencia.

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