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lunes, abril 29, 2024

En arte el público no importa (Glenn Gould)

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Paranaländer en esta entrega escribe sobre el pianista canadiense Glenn Gould, pero con las descripciones que de él hiciera el escritor Bruno Monsaingeon en su libro “Glenn Gould: No, no soy en absoluto un excéntrico”.

 

Por: Paranaländer.

¿Su deporte preferido?
[Sin respuesta].

 

Nombre: Glenn Gould. Dirección: 32 Southwood Drive. Teléfono: HO-9422. SEÑAS Altura: 1,75 m. Color del pelo. Castaño, Color de los ojos: Azul. Fecha de nacimiento: 25 de septiembre de 1932. Lugar de nacimiento: Toronto. Nombre de los padres: Florence y Russell Gould. Estado civil: Soltero

“EL malogrado” del escritor austriaco Thomas Bernhard (1931-1989) tiene como protagonista explícitamente al genio del piano el canadiense Glenn Gould (1932-1982). Lo intenta atrapar con una imagen: Glenn Gould se convirtió en piano. Glenn Gould además de personaje de Thomas Bernhard fue un compositor, escritor, sociólogo, teórico y profeta de nuevos modos de comunicación, un moralista. A continuación, BRUNO MONSAINGEON intenta contrarrestar esa poderosa ficción con estos libros sobre el pianista. Les dejo con algunos párrafos de uno recientemente traducido al español en donde ha reunido entrevistas que retoman el conjunto de la carrera de Gould y que abarcan de 1956 a 1980.  Incluye “Con la memoria no se juega, o Recuerdos de la Orquesta Sinfónica de Toronto, escritos de Gould. La traducción de esta joya, dada su prodigiosa escritura, le ha valido más noches de insomnio al recopilador francés, júbilo o angustia al nivel del Stokowski, publicado en el Le dernier puritain. Nos da un atisbo de lo que podría haber sido la producción literaria de ficción de Glenn Gould si la muerte no hubiera interrumpido un proceso ya iniciado”.

“No, no fui tan precoz, antes de los diez años apenas me interesaba la polifonía”. Aquel mes de julio de 1972 hacía un calor sofocante en Toronto, pero ni su ancho abrigo, ni sus bufandas ni sus botas de nieve ni tampoco esa extraña manera de tender la mano para retirarla en cuanto se establecía el contacto con la punta de los dedos de su interlocutor me produjeron tanta impresión como esa primera conversación en persona. Su canon idiosincrático: Invenciones de Bach, Schubert, pero ni sonatas ni impromptus, simplemente la Quinta sinfonía. No sentía demasiadas afinidades con la música y el arte franceses. “En cuanto llegué a ser profesional, por decirlo así, renuncié para siempre a las niñerías y nunca volví a tocar a Scarlatti en concierto. «¡Otra semana de descenso de la Bolsa como la que acabamos de conocer—decía a veces quejándose—, y voy a tener que grabar los conciertos de Chaikovski y de Grieg!». La Quinta sinfonía de Schubert, la integral de Elektra, la ópera de Richard Strauss, la Tercera sonata de Hindemith, los lieder de Schönberg y la escena final de Capriccio de Strauss. El Concierto para nueve instrumentos de Webern. Entre paréntesis, mi repertorio incluye las obras integrales para piano de Schönberg, Berg y Webern, muchas de cuyas composiciones he interpretado en concierto, así como el estreno canadiense de la Tercera sonata de Ernst Krenek (en Toronto, en enero de 1951). A título informativo: – Los más grandes compositores modernos: Arnold Schönberg, Anton Webern. – Los compositores modernos más sobrevalorados: Béla Bartók, Ígor Stravinski

. «Soy—dijo en una ocasión—un escritor y comunicador canadiense que toca el piano a ratos perdidos».

Glenn Gould parte de la idea deliciosamente totalitaria de que en arte no debe existir el concepto de demanda, sino sólo un concepto de oferta, o que cuando menos el artista no debe tener en cuenta la «demanda» del público.

Contra las versiones o cover a la paraguaya. Consideraba, para empezar, que si el intérprete no tiene una visión de la obra radicalmente diferente—y, por supuesto, coherente—de todo lo que han dicho otros o él mismo anteriormente sobre el tema, es inútil que la toque.

«El objetivo del arte—dice—es la construcción progresiva, en el transcurso de una vida entera, de un estado de asombro y de serenidad».

«Una obra—había escrito en el análisis que en 1956 acompañaba su primera grabación de las Variaciones Goldberg—que no tiene principio ni fin».

No, Glenn no estaba loco ni era peligroso. Representaba, sin ninguna duda, una amenaza para la profesión musical tal como la conocemos, y las implicaciones de su pensamiento van mucho más allá de los límites de la estética. Su retirada de las salas de conciertos iba a permitir a Gould, en su existencia monacal, consagrarse a una producción que resultaría gigantesca: programas de radio de una factura muy elaborada, como la Trilogía de la soledad—de la que La idea del Norte, a la que hace alusión en varias ocasiones en sus textos, conforma una de sus entregas—; así como numerosos escritos que lo convierten en uno de los pensadores más brillantes y originales de nuestra época.

 

Fuente. GLENN GOULD NO, NO SOY EN ABSOLUTO UN EXCÉNTRICO, MONTAJE Y PRESENTACIÓN DE BRUNO MONSAINGEON, 2017, Acantilado, original 1986. Otras recopilaciones anteriores de escritos, reflexiones y entrevistas fueron Le dernier puritain. Écrits de Glenn Gould, vol. i; y Contrepoint ä la ligne. Écrits de Glenn Gould, vol. 2, París, Fayard, 1983 y 1985,

 

 

 

 

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