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domingo, mayo 5, 2024

El filosofar japonés y su cercanía con la nada. Tercera parte

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Es imprescindible enfatizar que la filosofía metafísica de Kitaró no es una práctica, sino que es una descripción de la condición de posibilidad para recuperar la realidad realmente real.

Por: César Zapata

Hace algunos años que imparto regularmente un seminario de filosofía medieval, en el cual examinamos, entre otros temas, el llamado argumento ontológico de San Anselmo. Una de las conclusiones mas fascinantes que hemos visualizado es que Dios, en el esquema católico medieval, es (también) un razonamiento, esto requiere mucha explicación y por supuesto es materia de otro ensayo. Pero me interesa el siguiente punto; el desarrollo greco europeo del pensar occidental entendió que la religión (mythos) y la filosofía (logos) eran manifestaciones contradictorias, esto dio un giro muy interesante en el medioevo, pues el filosofar griego se transformó en un instrumento de la teología, sin embargo siempre quedó un hueco en este matrimonio, por el cual la filosofía podía ser expulsada inmediatamente, apenas se torne incómoda para la teología.

Nishida, armado con un sofisticado aparato de conceptos, problemas y pensadores del mundo del filosofar occidental, comienza un trabajo serio como practicante del budismo zen, y es en medio de esa relación de saberes cuando el filósofo nipón creyó que podía ofrecer, nada menos y nada más que una verdad, es decir, explicar con categorías propias de la filosofía occidental, una verdad inscrita en una forma cultural oriental japonesa: el budismo zen. En este sentido Nishida se contagia con una de las aspiraciones originarias de los filósofos occidentales; la obtención de una verdad que pueda objetivarse en una explicación.

Pero, es posible traducir un hablar silencioso y ausente de lógica a una explicación filosófica como lo entiende occidente, o más bien es un monumental despropósito. Tal vez resultará extraño lo escrito a continuación, pues creo que si le plantearamos esto a San Anselmo diría que es perfectamente posible, pero para el obispo de Canterbury, la posibilidad viene dada en juntar la separación entre fe y razón, en cambio para un budista oriental la fe es al mismo tiempo una práctica y un filosofar.

Como lo observa Panikkar, reflexionando acerca de la “contradicción” entre filosofía y religión,  occidente ha situado el acento en la “contra”, es decir en la oposición, en cambio oriente lo ha hecho en la “dicción”, en el “decir” de ambos saberes, lo que implica que la oposición queda en un segundo rango, si es que acaso no se borra naturalmente, para incorporarse como correlación. Por esta razón Nishida no necesita explicar que entiende por Dios, pues este emerge como una consecuencia natural de su filosofar. Aun así, el camino es difícil, pues constantemente, Kitaró es amenazado por la contra –dicción de los filósofos occidentales y teme dejar su katana en el territorio enemigo del misticismo.

Pues bien intentemos, terminar esta serie de tres ensayos con un breve dibujo de dos máscaras con las cuales Kitaró instaló la Nada en la escuela de Kioto y en filosofar global.

En el ensayo anterior mencionábamos a la experiencia pura, pues bien enfaticemos que lo central de este concepto es expulsar la distinción kantiana entre sujeto y objeto, y esto por una razón fundamental: cuando entendemos que la experiencia emerge desde el individuo que la vive, entonces entregamos la realidad a la construcción del sujeto, y adulteramos la verdadera realidad. Este es el punto central de Kitaró, el filosofar nos debe servir para observar la realidad tal y como es, y para esto es necesario habitar desde más allá de nuestro yo (individualidad de cada uno e individualidad de especie humana), más allá de nosotros mismos. Ahora bien, esto no solo es posible, sino que además constituye la esencia de la práctica budista. Pero, cómo explicar esta fuga del sí mismo en términos filosóficos. Nishida busca huir de la individualidad propia y de las cosas del mundo, intentando situarse desde un absoluto.

Pensar desde la Nada de Kitaró

La Nada absoluta

En esta peculiar cacería, en donde la presa ya está capturada y solo importa el lucimiento del arma, el filósofo nipón se aproxima al absoluto no solo desde la experiencia pura, sino también desde la voluntad y el autodespertar, hasta llegar a la nada absoluta.

En el ensayo anterior mencionábamos por qué la Nada es distinta del No Ser, retomemos nuevamente la idea, desde el siguiente sendero: el No Ser es la negación del Ser, una negación que brota amputada, asesinada, abortada, pues al pensar el No Ser, le estamos otorgando una entidad, por tanto ya es parte de lo que Es, es parte del Ser. Esto demuestra que el No Ser es solo un artilugio imposible del pensamiento, expresado de otra manera: la negación de Ser (No Ser) en cuanto que existe como negación del Ser (No Ser) Es y participa del Ser. Vamos de nuevo, todo pensamiento por el simple hecho de ser pensado ya está en el Ser, y lo mismo le ocurre al No Ser. Por suerte no está aquí Gorgias, porque si no pulverizaría nuestro argumento.

La Nada, para Kitaro, es en cierto sentido operacional, pues es el instrumento mediante el cual el pensamiento puede superar a la realidad artificial construida por el propio pensamiento, por el habitar del humano en el mundo, desde su individualidad colapsada en la agitación de las  circunstancias y los asuntos.

La Nada es la herramienta que tiene el pensamiento para fagocitar toda la premura de la cotidianidad, todo el apuro por vivir y sobrevivir, la Nada fagocitando al mundo y sus entes, fagocita al Ser y en el mismo acto fagocita al mismo individuo que la piensa. La Nada incluso fagocita al No Ser, la Nada absoluta es la negación verdadera, pues es la negación de la negación.

Pero hay algo inmensamente bello en todo esto, una vez tragados por la Nada, desprovistos de nosotros mismos, podemos volver al Ser, a la realidad realmente real, es decir a la realidad reafirmada tal y como es, para ser contemplada en su verdad por una consciencia desprovista de individualidad.

Aquí está la verdad con que el notable filósofo japonés restituye la metafísica del filosofar oriental y entrega un elemento al filosofar global. Ahora bien, es imprescindible enfatizar que la filosofía metafísica de Kitaró no es una práctica, sino que es una descripción de la condición de posibilidad para recuperar la realidad realmente real. La práctica y en cierto sentido la completitud de su filosofar está en la zona mística de la meditación zen.

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