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domingo, noviembre 24, 2024

Arno Schmidt, otro alemán loco

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Arno Schmidt es otro alemán loco que vivió y escribió a mediados del siglo XX. Nació en 1914 en Hamburgo pero se crió en Silesia. Reclutado como soldado durante la Segunda Guerra, en la sección de cartografía, peleó en Francia y Noruega hasta caer prisionero en el 45. Por: Derian Passaglia

Después de la guerra, en 1949, publicó su primera obra. Desde 1958 medio que se alejó del mundo y se fue a vivir, como Thoreau, a una casa de madera en las afueras del pueblo de Bargfeld. Vivía con lo poco que tenía y de lo que podía, escribiendo para diarios y revistas, traduciendo por chirolas.

En una carta a Francisco Porrúa, Cortázar escribe: “Che, ¿vos leíste a Arno Schmidt? Es un alemán que se nos parece un poco, es decir que es terriblemente intelectual -dice la contratapa de mi edición de Meteoro de verano– y al mismo tiempo está más vivo que un gato de azotea”. Como a la de Proust, no es fácil entrar al estilo de Schmidt, porque supone quizá una barrera que hay que cruzar. Los escritores del siglo XX descubrieron el estilo, y muchos se quedaron ahí, como Saer. Pero el estilo es nada más que un maquillaje, un decorado de interiores, bajo el cual en realidad no hay nada más que polvo y cucarachas.

Aira definió la literatura de Osvaldo Lamborghini como una puntuación y lo mismo podría decirse de Arno Schmidt: mete comas y puntos y comas en cualquier lado, comillas donde le parece, signos de admiración y paréntesis cuando tiene ganas, y esta puntuación particular va creando, más que un estilo, una partitura, donde la única música que suena es su propia voz. Arno Schmidt bien podría ser un Osvaldo Lamborghini teutón, con la misma capacidad para la sátira y la ironía. Al mismo tiempo que escribe, Schmidt se comenta lo que escribe, como si su único tema fuera la literatura.

Más que el argumento o la trama, lo único que se lee en los cuentos de Meteoro de verano es la voz de Arno Schmidt. Es un neobarroco que bien podría haber vivido en Cuba en los años sesenta, entre playas, revoluciones y la sombra de Lezama Lima. Por eso es difícil hablar de lo que tratan sus cuentos, porque los temas son excusas, desprendimientos de su monólogo interno, que avanza sin parar sobre la página entre citas, chistes, puntos suspensivos y dos puntos.

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