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martes, mayo 7, 2024

Ser «artista parawayensis»

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El columnista cultural de El Trueno, Paranaländer, nos ofrece su lectura del documental «Jota Marini», de la documentalista Monica Ismael, sobre el artista plástico Julio González y la bisagra que marcó Itaipú en la escena artística paraguaya.

Por: Paranaländer

https://www.youtube.com/watch?v=WJ03RpryrNg&feature=youtu.be

Jota Marini. Boceto de un artista encontrado (2020). Documental de 18 minutos de Mónica Ismael sobre Julio González (a.k.a. Jota Marini), dibujante parawayensis de los años 70 afincado en España desde hace unas décadas

Mónica Ismael sigue al pintor Jota Marini por calles, trenes-ave (trenes de alta velocidad de España), plazas, explanadas (por ejemplo, El Escorial), por vernissages, a su piso (mostrando sus cuadernos de dibujos), incluso al altillo con la cama en el suelo, de la city peninsular (Madrid) donde radica mientras éste suelta su relato del enigma de ser «artista parawayensis». Disyunción de la voz y la imagen, de la luz y la palabra.

Su exégesis me lleva a Marcel Duchamp. El artista más kaigüe del siglo XX, que un día, después de hojear El único y su propiedad (obra del filósofo alemán Max Stirner), vio la verdad: al pedo seguir dibujando, pintando, mejor tomar las maravillas utilitarias del mundo moderno y firmarlas como si fueran obra de uno, darles aura de arte. Afantasmarlas. Firmar, no inventar.

Fontaine (Marcel Duchamp)

El giro copernicano en la escena del arte parawayensis en este caso es Itaipú o la emergencia de la modernidad en Paraguay. En el sentido literal, porque trajo luz, energía eléctrica, dinero al entorno stronista, que la usó para ganar estatus, subir en la escala social, gastándola en arte. Si tengo un cuadro ya no seré un pelecho, un valle. Y en el sentido segundo, translaticio, Itaipú abrió un espacio, un mundo nuevo dentro de la concepción del arte nativo. A los artistas más ambiciosos creativamente los tornó perezosos, codiciosos. Esa burbuja energética torció la escena naciente, su veta más modernista, creativa, traicionando los ideales de Arte Nuevo. La encaminó hacia donde está hoy aún fosilizada, a una rutina decorativa, suntuaria, para rellenar lienzos de pared, que interpelaba más al bolsillo que a la mente o a la vida. “A satisfacer las demandas del poder”. Cobrar, no inventar.

Entonces nuestro artista, Jota Marini, huyó de esa locura. De la cultura por ósmosis vuelta también dictadura (con su dictador, su seccional, sus alabarderos, sus garroteros, etc.). De la escena artística prostituida. Lejos, a España, a empezar de cero.

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