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sábado, abril 27, 2024

Una lectura testimonial de El jardín de las maquinas parlantes. Octava parte

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Derian Passaglia presenta la octava parte de sus artículos sobre «El jardín de las maquinas parlantes», novela del escritor argentino Alberto Laiseca.

-Voy doscientas páginas y todavía no sé de qué trata -le digo a Gala.

Estamos sentados en un banco de plaza un domingo que anticipa la primavera. La tierra está húmeda porque llovió.

-Vas a terminar las ochocientas páginas y no vas a saber -dice.

-Seguramente.

Entonces me di cuenta, o me pareció darme cuenta, que El jardín de las máquinas parlantes trata sobre la telepatía. Los chichis controlan a los humanos mediante telepatía, los personajes mismos pueden comunicarse a través de los pensamientos. Se controlan unos a otros, luchan mentalmente, discuten, hablan, pelean. El único hilo conductor de la novela es la telepatía, elemento que no aparece explicado hasta ahora, sus razones son oscuras pero necesarias en el mundo: es un don que tienen pocos.

“Luego comprendió: De Quevedo estaba detrás de todo ello. Es decir: De Quevedo y él mismo, al compartir sus poderes mediante unión astral. Sotelo no podía saber cuándo razonaba por su cuenta y cuánto se trataba de una sugerencia telepática”. Sotelo escucha la voz de De Quevedo, ¿está loco? ¿O es un mecanismo de control en un universo de ciencia ficción de los años cincuenta? En la ciencia ficción de aquellos años, los símbolos monstruosos, los alienígenas, las entidades de otros mundos se correspondían con el comunismo. Borrada la intención política, la telepatía no es más que la forma del relato. La telepatía no se ve, es un poder mágico que pasa siempre en el interior del sujeto, pero que lo determina.

-Es rara la telepatía en la literatura -le digo a Gala.

-Sí -me dice-, no existe.

-¿Hay telepatía en Harry Potter?

Gala es fanática del mago más famoso del mundo. Tiene una varita que compró en una plataforma online de compra y venta mexicano.

-En el libro cinco -dice-, Voldemort se mete en los pensamientos de Harry.

Anoche vimos Dark City (1998), una película que yo tenía miedo de ver porque sentía que iba a ser muy oscura (fue muy oscura) y que trataba de unos pelados medio vampirescos que crearon una ciudad ficticia para hacer un experimento con seres humanos, porque ellos, que eran como unos fantasmas de maquillaje pálido, querían ser como nosotros los humanos. Los pelados les implantaban recuerdos a los humanos, recuerdos distintos de otras personas. El único que recuerda es el protagonista, que se despierta preguntándose quién es apenas empieza la película. ¿Por qué no recuerda nada, o por qué todos sus recuerdos son en forma de flashes caóticos? Cuando los pelados vampirescos capturan al protagonista y lo atan a una silla para borrarle los recuerdos, el científico, otro personaje, ingresa en sus recuerdos pasados para decirle que él tiene que salvar al mundo. Debes salvar al mundo, debes salvar al mundo, le dice en cada recuerdo que el protagonista va hilando sobre la historia de su vida.

La telepatía es una pseudo ciencia y se asocia a géneros menores como a la ciencia ficción, el thriller psicológico quizá, hay algo terrorífico en el hecho de que alguien pueda interceder en los propios pensamientos, porque es el lugar de la privacidad absoluta, donde nadie puede entrar más que uno mismo. Hay algo también de la historieta, el cómic, el universo Marvel y DC en el recurso, que se resume en la pregunta que un chico de primer año me hizo el otro día a la salida de la clase:

-¿Qué poder te gustaría tener? A mí volar.

-Teletransportarme -le dije-, como Goku.

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