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sábado, noviembre 23, 2024

Heinrich Böll drogado con la metanfetamina estatal nazi

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Paranaländer escribe sobre el célebre escritor alemán Heinrich Böll, premio Nóbel (1972), y el uso sistemático de la pervitina por el ejército alemán en la segunda guerra mundial.

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Por: Paranaländer

Heinrich Böll (in memoriam 16/07/85)

 

Qué ganas de joder, morirte justo

cuando eras el ejemplo (y la alegría)

de aquellos que se toman sus traguitos

y fuman cigarrillos

como el diablo en la botella verde

y charlan en la puerta de su casa

de sol a sol por la pura maravilla

de ser animalitos del Señor.

Qué ganas de joder, dejar la tierra

cuando ya parecías

una planta muy tierna para siempre.

Antonio Cisneros (de Monólogo de la casta Susana y otros poemas, 1986)

 

 

En el best seller mundial Der totale Rausch, Norman Ohler, 2015 (traducido al español como El gran delirio. Hitler, drogas y el III Reich) se reproduce una carta enviada en 1939 por Heinrich Böll, el futuro premio Nobel, desde la primera línea a sus padres, en la que les pide Pervitin, la única manera que conocía para luchar contra el gran enemigo – el sueño.

La naturalidad con la que el escritor Heinrich Böll habla del consumo de pervitina permite deducir que estaba familiarizado con sus efectos, pero también que desconocía sus peligros: «Me conformo con que la semana que viene pase tan rápido como la última. Pero, si podéis, enviadme más pervitina, que me va muy bien para pasar las numerosas guardias; y también algo de tocino para freír patatas» (…) «La música es a veces realmente un gran consuelo para mí (sin olvidar el Pervitin, que proporciona un servicio maravilloso – particularmente durante las incursiones aéreas por la noche). Estoy agotado y ahora quiero acabar. Si es posible, envíeme un poco más de Pervitin y algunos cigarrillos Hillhall o Kamil.»

El Pervitin solo a partir de 1939 se sirvió bajo prescripción médica y en 1941 fue finalmente sometida a las disposiciones de la Ley del Opio del Reich. Su ingrediente, la metanfetamina, es actualmente una sustancia ilegal o está estrictamente reglamentada. No nos interesa esta nueva demonización del nazismo lograda vía el pionerismo químico del Tercer Reich (el uso masivo de la metanfetamina Pervitin durante la Segunda Guerra Mundial), sí su relación tangencial, estrafalaria, con Heinrich Böll, escritor favorito de este columnista.

SOY EL DESECHADOR: Se trata de un relato corto que Heinrich Böll (1917-1985) publicó en el año 1957 con el título “El desechador”. La historia se desarrolla en Colonia. Allí hay una honorable compañía de seguros llamada Ubia, que da trabajo a 350 empleados. Entre ellos, uno [p. 339] —el narrador en primera persona de la historia— tiene una tarea especial que cumplir. Este empleado desempeña sus servicios antes de las horas regulares de oficina y después, una vez más sin llamar la atención, por la tarde durante una hora, en cada ocasión poco después de llegar el correo. Su tarea consiste en clasificar el correo recibido y tirar sin abrirlos todos los envíos superfluos antes de que lleguen a los oficinistas de la empresa. Es el desechador.

“La escritura es —por lo menos para mí— un movimiento hacia adelante, la conquista de un cuerpo que no conozco en modo alguno” (Discurso de Premio Nobel).

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