Derian Passaglia reflexiona sobre lo viejo y lo nuevo, y sobre cómo podríamos distinguirlo si lo que se presenta como nuevo u original en realidad ya no forma parte de saberes pasados, acumulados en siglos y siglos de historia.
Por: Derian Passaglia.
Según una máxima de Confucio, “quien revisando lo viejo conoce lo nuevo, es apto para ser un maestro”. Si Confucio se convirtió en un Maestro fue, antes que nada, por ser “un hombre que adora el pasado y es diligente en investigarlo”. El pasado es una materia viva de la que podemos extraer enseñanzas, reglas de comportamiento, modos de vivir. El punto de vista que adoptaba Confucio era el de alguien que sabía sobre el pasado y que, al conocerlo, lo puede modificar en el presente, incluso en el futuro, por medio de la transmisión a sus discípulos.
Se cree que lo nuevo es algo original, y que la originalidad proviene de una mente única, brillante, distinta al resto, que crea de la nada un elemento que no estaba hecho, que no existía en el mundo. Puede que la concepción moderna sobre la “originalidad” haya estado en la base de leyes como las de derecho de autor, o al revés, puede ser que haya sido al revés: el derecho de autor creó la noción común de que el conocimiento y las ideas son privadas, que pertenecen al primero que las pensó, las escribió o las dijo.
¿Pero de qué manera se puede juzgar si algo fue pensado, escrito o dicho por primera vez por un hombre y no que ese hombre en realidad está repitiendo saberes pasados, acumulados en siglos y siglos de historia? El consumo muestra que la moda que parece nueva y original está inspirada en la moda del pasado, que a su vez estaba inspirada en la moda de otro pasado. Me di cuenta de esto viendo películas de la década de los ochenta: usaban peinados extravagantes con gel y camperas de cuero abiertas como si hubieran sido los años cincuenta y los personajes fueran James Dean, fumando cigarrillos, sentados en una Harley Davidson, acelerando a toda velocidad por una ruta entre pandilleros.
Si se busca lo nuevo en el pasado, el pasado deja de ser simplemente un hecho histórico, una nota en una enciclopedia ilustrada, y pasa a formar parte del presente, donde se redefine el tiempo mismo, que observa en el pasado un organismo vivo, en el que el tiempo es una categoría con sus propias reglas.
