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domingo, noviembre 24, 2024

Cadogan meets Chatterton

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Paranaländer lee -a la luz de un carta al hijo de Bertoni- a Cadogan como un chattertoniano, seguidor de Chatterton, ese poeta suicida del siglo XVIII que “plagiaba lo no escrito”.

 

Por: Paranaländer.

 

“Forzosamente deberá ser calificado como texto apócrifo, obra de algún émulo del pobre poeta Chatterton quien (según de Vigni en “Le Docteur Noir”) se entretenía componiendo poemas en inglés arcaico, ofreciéndolos luego como documentos exhumados de los archivos de monasterios medievales desaparecidos”. (Ayvu Rapyta, São Paulo, 1959, página 8, entre la sección Al lector, en página 11, y la Nota preliminar de Schaden en página 5, es la carta fechada en Yvaroty, Villarrica, 13 de Junio de 1960, y dirigida al Señor Presidente de la Sociedad Científica del Paraguay, don Guillermo Tell Bertoni -hijo del célebre Moisés Bertoni-, en Asunción, y a quien llama “Apreciado amigo”, que inicia en la página 7).

¿Qué lo lleva al redescubridor de la metafísica guaraní, Cadogan, a recurrir de forma desesperada, a un poeta suicida inglés del siglo XVIII, Chatterton?

Las objeciones de Métraux a la solemnidad de los apapokuvas de Nimuendaju, sobre todo.

Por la frase, vislumbramos que ni siquiera leyó a este poeta del siglo XVIII suicidado en Londres a los 18 años, Thomas Chatterton, quien llegó a su conocimiento por la intermediación de una obra del poeta romántico franxute, conde Alfred de Vigny: “Les Consultations Du Docteur-Noir” (Paris, 1838 -la que he consultado, pero la primera edición es de 1832. Es una novela en tres partes, en cada una trata de la vida de un poeta, Gilbert -hoy olvidado-, Chatterton y Chénier). Da para una investigación, de cómo diablos llegó tal obra dieciochesca en sus manos, allí en la remota tierra guaireña de Yvaroty. Quizás lo adquirió en Bayres, donde estuvo en los 40’s. ¿Pero un antropólogo amateur -fundador de la etnología paraguaya- leyendo a De Vigny? También este romántico tiene una obra de teatro titulada “Chatterton. Desesperación y muerte” (Bruselas, 1885, edición consultada, primera edición 1835). Para terminar con De Vigny, era, junto a Baudelaire, el poeta preferido de Proust.

No pude conseguir la biografía (1930) en dos volúmenes de Thomas Chatterton (1752-1770) del escritor londinense Edward Harry William Meyerstein, citado por Ian Sinclair en su “White Chappel, trazos rojos” (Sudamericana, 2006).

“Keats no temía tomar prestado de Chatterton, en absoluto. No se trata de robo, ustedes comprenden, sino de un acto de generosidad. Uno mismo se expone a un mundo de posesión oculta. Concluir el trabajo de otro hombre, como esas estatuillas que los sacerdotes egipcios solían dejar en sus tumbas. La tarea no finaliza con la muerte. Y tampoco le pertenece a ningún individuo”.

Cadogan sería chattertoniano en este sentido: se ve como un instrumento y llave de la cultura guarani, continuador de “los verdaderos autores: el Cacique Pablo Vera, de Yro’ysã, Potrero Blanco, Colonia Independencia (cerca de Paso Jovái); Kachirito, de Paso Jovái, Obrajes Naville; Cacique Che’iro, del Alto Monday (Obrajes Fassardi); Mayor Francisco (Chiko i), de Tava’i, y un soldado suyo cuyo nombre no recuerdo; Tomás y Cirilo (en otras ediciones cambia a Cristino) de Yvytuko, Potrero Garcete, Colonia Mauricio José Troche; Higinio y Mario Higinio, ya citados; y otros cuyos nombres figuran en el texto”.

Sinclair dice que el famoso cuadro de 1856 que representa el suicido de Chatterton por Henry Wallis se pintó usando como modelo al escritor George Meredith. “Wallis huyó con la mujer de Meredith”.

“Chatterton poseía la cuartada perfecta, plagiar lo no escrito. Si funcionaba él se lo atribuiría; si fracasaba, bueno de todos modos no le pertenecía. Todos debemos encontrar maneras de distanciarnos de nuestras propias invenciones”.

Quizá nos perdimos a un Cadogan romántico gua’í anacrónico ya para el siglo XX y ganamos, en cambio, un indio “iluminado por la sabiduría” contenida dentro de la divinidad de su lengua.

 

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