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lunes, noviembre 25, 2024

Jodi, la banda más pequeña del mundo

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Paranaländer visitó el búnker de música experimental Jodi de los hermanos teutónico-paraguayos Jörn y Dirk Wenger en la ex calle Luna, ese auténtico santuario de Ka’akupe del rock made in Paraguay.

 

Los dibujos en tinta china del pintor belga Leonardo Torfs (representó a  Paraguay en la Bienal de Sao Paulo en 1967), fragmentos de lírica shakesperiana, el uso melódico de las palabras aprendido, entre otras cosas, con Stockhausen, fuzz boxes, mellotron, farfisa, clavinet, Minimoog, videos promocionales para canal 9 tv (proto-videoclips) coreografiados por Gladys Alborno Kennedy y Bixie Klotzsche (filmados por Wenger padre), estudio casero experimental  de imágen y sonido de nombre epónimo del proyecto musical: así era el dúo de pop espontáneo Jodi (acrónimo de los hermanos Jörn y Dirk Wenger), de los años 1969-1975.

Sobre Jodi hay 3 cosas claras y taxativas: es la banda de rock paraguaya más internacional, la primera cronológicamente del rock made in Paraguay (con su LP “Pops de Vanguardia”, 1971, reeditado con 5 bonus track por Guerssen Record en 2016) y la de mayor trayectoria, historia y proficua labor (5  discos LP, 4 discos 7 pulgadas, sencillos etapa Iodi, 2 discos en streaming recuperados de viejas cintas de magnetófono marca Agfa que sobrevivieron milagrosamente a los cupyi que se habían ensañado con los mangos de la fabrica Dux paterna:   https://jodiband.bandcamp.com/, alrededor de 300 composiciones hasta ahora desde los años 60). Mientras que la vida útil promedio de una banda típica paraguayensis es disolverse sin grabar un solo casete. Los más grandes -que han quedado en una historia’i nativa- al menos graban un EP antes de emprender otras aventuras musicales (con suerte, a veces abandonan directamente la ventolera musical por emprendedurismos de toda laya al llegar a edad madura). Eso pasó con The Deeks, con Turkish blend, con Vértigo…

Que hoy un crítico venga y lance la temeridad de que Jodi no es rock paraguayo porque no canta en castellano, apenas quedará en los anales del delirio. Nunca escuché tal escrúpulo u objeción contra Sumo o Os Mutantes: ¡tacharlos de no rock argentino o brasilero por cantar exclusivamente en inglés! Qué más paraguayo puede haber que la song “No llorar más”, cantado en un inglés trucho, como hacemos todos desde niño con nuestro sempiterno inglés chapurreado y escolar.

Me contaba la otra vez Jörn, que durante su etapa Iodi en la EMI-Argentina (1972-1985), sus singles debían tener un lado en español y el otro en inglés. Le conté que lo mismo pasaba con los músicos folklóricos paraguayos (Samuel Aguayo vg.) de los años 30 que grabaron  por la RCA Victor y Odeon: un lado del sencillo en castellano y el otro en guaraní.

Otra anécdota que le sonsaqué al Alex Chilton paraguayo: que sus 30 y tantas canciones registradas en la SADAIC dan como autores a la banda argenta Industria Nacional. Apropiacionismo puro y duro.

Según el crítico Elizalde Pietruczyk, Jodi es pionero en todo el continente americano en los géneros de Lo-Fi/DIY.

Una muestra del nivel de autoconciencia del trabajo musical de Jodi, lo comprobamos en la siguiente declaración impresa en uno de sus EP autofinanciados circa 1970: que al lado de Mikrophonie II, la música de  Led Zeppelin era retrógrada.

¿Cómo definir -describir-  la música de JODI?

Los intentos variopintos van en proteicas direcciones: krautrock, sintetizadores Jan Hammer, R&B sofisticado y psicodélico, proto-Dark Wave de la jungla parawayensis, proto-Power pop, proto-Indie Rock, Neue Deutsche Welle sudaka,  garage psicodélico, proto-Glam, The United States of America calle Venezuela,  progresivo temprano, british solar, Shoes avant la lettre, tropicalia guarani, funk-psicodélico casero, fuzz-pop, etc.

Jörn escribía todas las canciones y tocaba guitarra eléctrica (Fender Jaguar, Hopf Saturn, 12 string Eco, Gibson SG), bajo (Fender Jazz), Minimoog, Mellotron, Clavinet…

Dirk tocaba la batería (Slingerland 68) y percusión.

Su inagotable creatividad hizo que acuñaran una canción en latín…No pregunté si durante las visitas al estudio experimental de calle Luna, el poeta William Baecker les dejó algunos versos para tejer sobre ellos el ñanduti electrónico llamado Jodi.

 

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