Nicolas Cage y Franz Kafka unidos en una ridícula o genial película concebida por un noruego. Por: Derian Passaglia
Solo un noruego podría haber concebido una idea tan extravagante que parece difícil decidir si es una ridiculez atómica o una genialidad. Tal vez sea las dos cosas a la vez la película El hombre de los sueños, y lo mejor es que no le importa. Es la primera película que dirige Kristoffer Borgli en Hollywood. Es de risa, pero también de miedo. Una combinación casi imposible.
La cosa es así. Hay un hombre con una familia tipo, una esposa, dos hijas y una vida normal con un trabajo normal: es profesor universitario en temas relacionados a la Biología. Hasta ahí todo más que bien. Un día se encuentra con su ex novia, que le cuenta que se le aparece en sueños. Cosa curiosa, a la hija también se le aparece en sueños. De a poco, va descubriendo que es mucha gente la que suena con él, en una misma situación con diferente contenido: en los sueños solo observa y no interviene.
Este hombre es Nicolás Cage. La vida se le vuelve un infierno: él no hace nada para aparecer en los sueños de otros, en situaciones pesadillescas o eróticas o surrealistas, simplemente existir. Como en los cuentos y las novelas de Kafka, este hombre está atrapado en un laberinto absurdo del que no hay salida, porque no hay nada que pueda hacer para dejar de aparecer en los sueños de otros. La condición existencial se vuelve una tortura.
Está tortura, por suerte, se ve suavizada donde la tensión llega a límites insoportables, y entonces el hombre, el hombre de los sueños que es Nicolás Cage, se vuelve viral: todo el mundo lo conoce por aparecer en los sueños. Lo comparan con Freddy Krüger y le hacen book de fotos. El hombre es famoso pero no quiere serlo. Esta forma, esta condición, quizá diga algo sobre las nuevas formas de relación y visibilidad y realidad en internet. Pero el que saque las conclusiones y extraiga la moraleja deberá ser quien vea la película.
