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sábado, mayo 4, 2024

Memorias del cine

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Paranaländer hojea algunas páginas de las memorias del cineasta norteamericano John Huston (1906-1987), rememorando anécdotas de sus actrices (Mary Astor, Ava Gardner, Marilyn) y escritores (Sartre, Traven).

 

Por: Paranaländer.

 

El director de cine norteamericano John Huston recuerda en sus memorias “A libro abierto” (1986, edición española), a Mary Astor como la encantadora asesina de “El halcón maltés (1941), a Marilyn Monroe, adicta a las drogas durante “Los inadaptados” (1961), al misterioso escritor Ben Traven, autor del libro en que se basó  “El tesoro de Sierra Madre” (1948), a Ava Gardner haciendo la voz de Sara en “La biblia” (1966), al verborrágico monologuista de Sartre durante los preparativos del guion de “Freud” (1962).

 

“Mary Astor y yo ensayamos antes de empezar la película, y juntos definimos su caracterización de la amoral Brigid O’Shaughnessy: su voz indecisa, temblorosa y suplicante, sus ojos llenos de ingenuidad. Ella fue la encantadora asesina según mi idea de la perfección”.

 

“Arthur Miller explicó que Marilyn no tenía buen aspecto al día siguiente si no dormía lo suficiente; esta idea se le había convertido en una obsesión, así que tomaba píldoras para dormir y píldoras para despertarse por la mañana. Yo estaba muy preocupado por sus actos y su expresión. La mitad del tiempo parecía aturdida. Cuando estaba normal, sin embargo, podía ser maravillosamente eficaz. No actuaba; quiero decir que no fingía las emociones. Era algo auténtico. Se metía hasta el fondo de sí misma, encontraba esa emoción y la hacía aflorar a la conciencia. Es posible que en eso consista toda interpretación realmente buena. —Tienes que conseguir que Marilyn deje las drogas. Eres su marido y la única persona que puede hacerlo. Si no las deja ahora, dentro de dos o tres años estará en un psiquiátrico… ¡o muerta!”.

“Nunca he conocido a nadie que trabajara con la dedicación obsesiva con que lo hacía Sartre. Tomaba notas de sus propias palabras mientras hablaba. No era posible mantener una conversación con él; hablaba incesantemente y no había manera de interrumpirle. Uno esperaba a que tuviese que coger aliento, pero no lo hacía. Sus palabras salían en un verdadero torrente. A lo mejor lograba pillarle desprevenido y meter una frase, pero si te contestaba —cosa que rara vez hacía—, reanudaba su monólogo instantáneamente. Sartre no hablaba inglés, y debido a la rapidez con que se expresaba, yo apenas conseguía seguir las líneas básicas de su discurso. Estoy seguro de que mucho de lo que decía era brillante. Nunca era sucinto, sin embargo. Todos los que le escuchaban terminaban con la mirada vidriosa, a pesar de que sabían el francés perfectamente. Era una escena digna de ver: el propio Sartre tomando notas, mientras su secretaria y la de Wolfgang pasaban las hojas de sus cuadernos de taquigrafía como locas tratando de seguirle, y Wolfgang y yo nos revolvíamos inquieto”.

 

“Traven le había escrito durante años cartas de admirador a Lupita Tovar, una actriz mexicana conocida como la Mary Pickford de México, y una vez le pidió que fuera a determinado banco en una playa pública donde él se reuniría con ella. Lupita acudió a la cita, pero Traven no. Más tarde ella recibió una carta suya en la que describía todos sus gestos y actitudes en aquel banco, así que ella comprendió que la había estado observando. Mi amigo y agente Paul Kohner se casó más adelante con Lupita Tovar, y también empezó a mantener correspondencia con Traven, por medio de un apartado de correos en Acapulco. Posteriormente se convirtió en agente de Traven. En una carta a Kohner, fechada el 29 de agosto de 1940, Traven hablaba del guión de El puente en la jungla, y respondía a la sugerencia de Paul de que podría pasar una temporada en Hollywood y hacerse una idea del ambiente. Escribí el guión del Tesoro y le mandé una copia a Traven. Me mandó una respuesta de veinte páginas o más, llenas de detalladas sugerencias respecto a la construcción de decorados, iluminación, etc. Yo seguía estando ansioso por conocerle. Conseguí una vacilante promesa de reunirse conmigo en el Hotel Bamer en la Ciudad de México, hice el viaje y esperé. Él no se presentó. Una mañana, casi una semana después de mi llegada, me desperté poco después del amanecer y descubrí que había un hombre parado a los pies de mi cama. Me tendió una tarjeta que decía: Hal Croves. Traductor. Acapulco y San Antonio. Luego sacó una carta de B. Traven, que leí aún en la cama”.

 

“Una de las mejores secuencias de La Biblia, para mí, nunca ha sido realmente valorada por los críticos. Es aquella en la que tres ángeles se le aparecen a Abraham y le revelan que Sarah —ya anciana— va a tener un hijo. La risa de Sarah cuando se entera de esta predicción fue hecha maravillosamente por Ava Gardner”.

 

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