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sábado, mayo 18, 2024

Todos los relatos de Bolaño son policiales

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Derian Passaglia escribe sobre «El gaucho insufrible», el último libro que publicó el célebre escritor chileno Roberto Bolaño.

El gaucho insufrible es un libro que Bolaño publicó antes de morir, un compilado de cuentos y dos conferencias que juntó a las apuradas. Para ese momento, año 2003, Bolaño ya era Bolaño, le quedaba poco de vida y lo sabía, sabía que no iba a poder disfrutar del éxito, así que pensó más en el futuro de sus hijos, en la herencia, antes que en la literatura. Eso se nota en lo irregular de los textos. Algunos buenos, otros muy buenos, otros se los abandona a las pocas páginas.

Como ningún otro después de García Márquez y Vargas Llosa, Bolaño encarna la figura de escritor latinoamericano, y si su destino no hubiera sido trágico, hoy sería candidato al Nobel. Bolaño tiene algo de escritor adolescente, inadaptado, pseudo punkito. «Jim», el primer cuento, es sobre un yanqui ex marine que se vuelve hippie; «El gaucho insufrible» se ambienta en Argentina durante la crisis del 2001, y trata de un personaje que se va a vivir a una llanura pampeana llena de conejos. A veces Bolaño quiere ser Borges pero termina siendo Cortázar.

«El policía de las ratas» empieza bien, usando el mundo de Kafka, pero a las pocas páginas se olvida. «Dos cuentos católicos» directamente se puede saltear. El mejor cuento del libro es «El viaje de Álvaro Rousselot», en la que se cuenta una historia que Bolaño ya contó en sus mejores libros, como 2666, pero con variaciones. Se trata de un escritor argentino, de modesta fama, que viaja a Francia para buscar a un director de cine que cree le está plagiando sus argumentos para sus propias películas. Esta búsqueda personal se lleva a cabo como una investigación policial, un género que atraviesa toda la obra de Bolaño. La investigación se vuelve existencial, como si al buscar al director de cine plagiario, Álvaro Rousselot se buscara a sí mismo.

Las dos conferencias están buenas. «Literatura + enfermedad = enfermedad» se escribe con la conciencia de la agonía y la muerte. Para Bolaño, escribir se parece un poco a estar enfermo, a esa necesidad de vida, una vitalidad que se extraña cuando no se la tiene. La literatura de Bolaño es vital por necesidad. «Los mitos de Chtulhu» se posiciona ideológicamente contra los escritores de éxito, en particular Pérez Reverte, contra aquellos que escriben para ser entendidos. «Somos la generación de la clase media», dice Bolaño como una declaración de principios política. Y tiene razón. Hoy se viven los restos de esa generación que pudo acceder a comprarse una casa, un auto, viajar, tener hijos, criarlos.

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