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jueves, mayo 2, 2024

La Villa Elisa negra de Paulo López

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Paranaländer -heteroalcoholero nato- da una pitada, en plan periodismo investigativo, al porro noventero y noir trapicheado en la Villa Elisa fantasmal de Paulo López.

 

“13 historias que cuenta la gente” (Arandubook, 2022) de Paulo López tiene como escenografía, en la mayoría de los casos a Villa Elisa-salvo “Periplo al kuruzu bicicleta”, que está localizada en Yacu Barrero, Caaguazú, “Encuentro nocturno”, situada en algún lugar entre el cerro Lambaré y la esquina de General Santos y Primero de Marzo, “Parto de emergencia” es un huis clos que podría ubicarse en cualquier hospital del país, y “Ani rejevy”, que solo menciona una universidad a la que se dirigía la protagonista-.

Son historias -crónicas y relatos a partir de hechos reales- que bordean el noir (por su stock abundante de armas, cuchillos, droga, alcohol, cumbias), la revisitación de leyendas de póras, abogados y aparecidos, y el apoyo confiado en el imaginario colectivo tradicional.

Todas las historias están contaminadas, in nuce, de fatalidad. Al inicio de cada una de ellas, ya se sabe que algo trágico, aciago, criminal,   truculento, gore, granguiñolesco, les espera al final de su recorrido. Incluso los títulos ya apuntan en esta dirección, vg. “El último baile” y “Muerte en la noche de San Juan”. Ergo, son previsibles, y la sorpresa no es un artículo estimado aquí.

Un caso excepcional resulta “Las ánImas de Sanidad Kue”: no sabemos en qué pliegue del relato se produce la sustitución de humano y póra. Enseguida me remitió al maravilloso libro de Elémire Zolla: “La amante invisible”. Es mi preferida entre las 13 historias, y no solo por su moraleja: el sexo paranormal es mejor que el normal (esto es, la fantasía supera siempre a la realidad).

“El secuestro” es un intento de  contrahistoria o versión paralela del caso Arrom-Martí. Se insinúa que los verdaderos secuestradores de la hija de Cubas Grau fueron los propios miembros del gobierno -en represalia del magnicidio de Argaña-. Gracias a esta ficcionalización de un capítulo rojo de nuestra historia reciente, nos enteramos de que el dúo Arrom-Martí cambió el asilo político de Brasil a Finlandia vía Uruguay.

La escritura hace uso de un español con profusos diálogos en guarani y jopara (traducidos al español en nota a pie de página prolijamente).

Sobre Villa Elisa (no se nos cuenta nunca si su nomenclatura original es un homenaje a la Lynch) debe decirse que resulta muy convincente su trazado literario dentro de las crónicas.Está atravesada de tape pois que llevan a yuyales frecuentados por fumadores de porro y dealers de poca monta, ensamblada de barrios a su vez con sus respectivos nombres telúricos previsibles como 29 de Setiembre,  Mbokajaty, Centro, Rosedal, fácilmente identificable por su impagable y destartalado colectivo 15-1,  y su fiesta patronal estruendosa (María Auxiliadora), y por el sobrenombre cursi de Ciudad Mujer que ostenta sin pizca de rubor, y por la benemérita Comisaría 13 (que coincide con el número de historias del libro).

No se cuenta en el comentario preliminar -una apología de la narrativa oral- que previamente ya se han podido leer algunas de las historias en el blog del autor http://paulocesarl.blogspot.com

(es más, si revisará el timeline de mi wasap diría exactamente cuáles).

Paulo López, con este libro, da un salto del ensayismo antropológico a la crónica roja, barrial, noventera, cumbiambera, sin fisura ni resaca visibles.

 

 

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