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domingo, noviembre 24, 2024

Mironeando en los tiempos de O’Leary

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En este envío, Paranaländer reseña el Diario íntimo 1907-1920, de Juan E. O’Leary, publicado en 2018 por la editorial Tiempo de Historia, y con su particular estilo irónico logra llevarnos al espíritu del tiempo de la época.

*

Por: Paranaländer

Los apuntes personales de O’Leary publicados por la editorial Tiempo de Historia, son oro kuí. Usted puede encontrar en ellos orejas guardadas en pañuelos de hermanos de presidentes, Campos Cervera refocilándose con la criada (que cobraba 65 pesos mensuales de sueldo) de O’Leary, a nuestro diarista tomar cerveza en el Belvedere, bañarse en el chorro de Caballero…

La imagen general que deja Juan Emiliano en esta publicación es más de un Parnell que San Patricio: es decir, la de un irlandés político antes que religioso. No nos cuenta mucho qué lee, sí qué libros le envían o presta, cuántas deudas tiene, cuánto gana, cuánto va a prestar para pagar sus deudas.

Es un mina de anécdotas, eso sí, y de chismes…Por ej. a la imagen que ya teníamos de Báez como polemista y lector de Stirner (Max Stirner exclama: «Qué me importa el derecho? Yo no lo necesito. Lo que yo puedo adquirir por la fuerza, yo lo cojo y lo disfruto. Aquello que yo no puedo conservar o poseer, lo abandono, renuncio a ello, pues no voy a incurrir en la simpleza de invocar para mi consuelo un pretendido derecho imprescriptible», revista Letras, n° 2, 1915) añade la de hedonista, que le gusta «chupar coño» [sic] (“Yo, dijo Báez, antes de joderla a mi mujer, le lamo, le chupo el coño, todos los días”. Esta declaración, en realidad, es narrada por un tercero a O’Leary, quien apunta minuciosamente la vis erótica que mana del «Báez parrandero»). Otro ejemplo, cómo el hermano de Godoi mata a Gill de un escopetazo.

Pasarela de la historia es este pequeño diario, el quién es quién del Paraguay novecentista; por ella se pavonean Barrett, Manuel Domínguez, Albino Jara, Juansilvano Godoi, Manuel Gondra, Viriato Díaz Pérez, Campos Cervera, Bernardino, Enrique Solano, Moreno, Rodríguez Alcalá, Paiva, Brugada, López Decoud, Casabianca, Pane…

Mujeres no aparecen en La Colmena, pero está la criada que gana 65 pesos y fue acosada por Campos Cervera cuando éste vivía hospedado en casa de O’Leary, ambos por entonces libreros en sociedad. Está la esposa Dorila, la hija Rosita que va morir y va  a dar lugar a un famoso poema, y Leticia, la hija de Godoi, y María Débora, esposa del Dr. Legal…

La escenografía belle époque avá incluye el chorro Caballero, el Belvedere, Aduana, Plaza Uruguaya, Centro Español, Club Paraguayo, Archivo Nacional, el Colegio Nacional, Plaza Independencia, San Roque…

Da la sensación de aldea, de endogamia, casi todos son parientes, políticos o por parte de padre o madre.

Aparece poco el guaraní (mandi’i, omanóma la nde mburuvicha). Señal de los tiempos desguaranizantes en que se vivía (en la plaza de San Lorenzo en una medianoche de repente reverbera la diana…argentina).

Una vida de novela llevaba esta gente. Nadie se aburre. ¿Usted qué hizo en su vida aburrida? Y estos te podrán responder contundentemente: «maté a un presidente», «corté la oreja de un militar ministro», «maté en un duelo», etc.

Tiempos de hombres de armas tomar. Y la literatura era cosa seria, mezclaban como los griegos, banquetes con letras. El 17 de octubre de 1907, La Colmena tiene su cena fundacional. Vida de película. Creo que haré un guión alguna vez.

Tiene 114 páginas en total el libro. Un poco más de la mitad abarcan los diarios. El resto va de introducción especializada y la mayor parte son apuntes del año de gracia de 1907. De cada entrada puede salir o bien un cuento o un ensayo.

Los temas son infinitos: desargentinizar el ejército paraguayo; la crueldad del Gral. Díaz (a la orden de nunca romper filas, cuando un soldado urgido por aguas mayores la transgredió, el estratega de Curupayty no dudó en fusilarlo), el revólver empeñado para pagar deudas, la muerte de Venancio López, hermano del Mariscal, estando preso, el magnicidio de Gill…

Debería ser lectura canónica en el colegio. Colegio donde enseñaba O’Leary historia y literatura, además de escribir en periódicos de la época.

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