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martes, mayo 21, 2024

Cuaderno de notas Oliver Twist

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Derian Passaglia escribe sobre Oliver Twist, una de las novelas más célebres de Charles Dickens.

Estoy leyendo Oliver Twist. Mi edición es tan vieja y española que le cambiaron el nombre: Oliver se llama Oliverio. Queda raro, pero no me saca de la lectura, me gusta. Aparte el papel biblia, las ilustraciones, la página distribuida a dos columnas, todo me hace acordar a la adolescencia, cuando leía y leía, tirado en la cama, y no hacía otra cosa que leer, chatear, estar en la compu.

Los personajes sobreactúan. Se sorprenden, hacen ademanes y movimientos aparatosos, como el Fullero, un judío avaro que lo recibe a Oliverio en su casa. Cuando los presentan: “Hizo una mueca el judío, y, tras una reverencia a Oliverio, cogióle de la mano y murmuró que esperaba tener el honor de lograr su íntima amistad. Los caballeros de las pipas rodeáronle entonces y estrecháronle fuertemente las manos, sobre todo aquella con la que sujetaba su hatillo”. La traducción ayuda a la sensación de artificio, como si la novela tuviera que estar escrita en ese español de mediados de siglo pasado.

Son todos pobres. La pobreza en la literatura es fascinante. Uno de los que más me gusta en ese sentido es Pasolini. Sus pobres son crueles, violan, roban, como en Una vida violenta. En Dickens, la pobreza es hermosa. La casa del judío en la que se queda a vivir Oliverio “era el lugar más sucio y miserable que había visto en su vida”, y está descripto tan en detalle que hasta se puede sentir esa suciedad. Una imagen: “una vela metida en el cuello de una botella de cerveza de jengibre”. No sé por qué, pero este tipo de pobreza, así mostrada en su belleza naturalista, costumbrista, me hace sentir como en casa, a pesar de que yo nunca viví en una casa así. Pero quizá tenía vecinos que sí cuando era chico. Quizá uno de los efectos del costumbrismo es hacerte sentir como en casa.

Este narrador y este párrafo: “Aun cuando Oliverio se había despabilado de su sueño, no estaba totalmente despierto. Existe un estado de sopor, entre el sueño y la vigilia, en el que se sueña más en cinco minutos con los ojos entreabiertos, semiinconsciente de todo cuanto pasa en derredor, que en cinco noches con los ojos herméticamente cerrados y los sentidos envueltos en una absoluta inconsciencia. En esos momentos comprende el ser mortal algo de cuanto labora su espíritu, lo suficiente para formarse una vaga idea de sus poderosas facultades y de cómo se desliza de la tierra, despreciando el tiempo y el espacio, una vez liberado de la carga de su ser corpóreo”. Después del sueño, la revelación.

El señor Bumble a la señora Sowerberry: “¿Qué tienen que ver los pobres con el alma o el espíritu?”.

Encontré la parte en la que se inspiró Molano Vargas para escribir Un beso de Dick: «Dame un beso -dijo el niño, subiéndose a la verja y echando los brazos al cuello de Oliverio-. ¡Adiós, amigo! ¡Que Dios te bendiga».

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